Un libro olvidado. Enrique Shaw y sus circunstancias de Ambrosio Romero Carranza.

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Por Alejandro Domínguez Benavides especial para Revista Argentina (Tercera Época)

Muchas veces los libros cumplen una misión y misteriosamente desaparecen; tal es el caso de Enrique Shaw y sus circunstancias de Ambrosio Romero Carranza.

En el Buenos Aires de la década del ochenta del siglo pasado, solo los muy allegados a Enrique Shaw podían dar testimonio de su espiritualidad profunda y de su santidad. Era imprescindible que se diera a conocer su vida a los laicos del siglo XX. Los recuerdos de la familia, amigos y empleados debían quedar plasmados en una biografía.

Hoy, con la perspectiva que nos da el tiempo, podemos afirmar que fue gracias a este libro y a su autor que los muchachos de aquel entonces descubrimos y apreciamos esa dimensión  desconocida de un empresario, hijo del banquero y académico Alejandro Shaw, uno de los fundadores de ACDE, padre de muchos hijos y marido de Cecilia Bunge hija del fundador y en nuestro imaginario juvenil dueña de Pinamar. Pensar en una persona que podría “desprenderse en espíritu –como escribió en el prólogo el autor del libro que recordamos- de las cosas materiales con la intención de unirse estrechamente a Dios sin abandonar esas cosas ni apartarse del mundo, constituye un estilo de vida que presenta graves dificultades y requiere muchos sacrificios” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, Fundación Alejandro E. Shaw, Buenos Aires, 1984, p. 7), nos parecía muy lejano de nuestro tiempo. “El mundo nos propone  lo contrario – como afirma el Papa Francisco- el entretenimiento, el disfrute, la distracción , la diversión y nos dice que eso es lo que nos hace buena la vida” (Papa Francisco, Exhortación Apostólica  Gaudete et Exsultate, n° 75).

“Si un cristiano quiere mantener su existencia por encima de todo cuanto lo  puede desespiritualizar -afirma Romero Carranza- debe realizar un doble esfuerzo por un lado no dejarse atar, ni distraer, ni angustiar, ni espantar por cuanto le ocurre cotidianamente; y por el otra parte afirmarse  en su unión con Dios mediante el propósito nunca olvidado de ser tierra destinada a recibir y fecundar la semilla que es la palabra de Dios” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, p.7).

Ambrosio Romero Carranza publicó este libro a los ochenta años, vividos en plenitud y con sabiduría. Con Enrique Shaw y sus circunstancias escribió una de sus biografías más intensas. Había recorrido una extensa trayectoria: magistrado, profesor universitario, académico de Derecho y Ciencias Sociales, conferencista, historiador y publicista. No obstante, por encima de todos esos logros, prevalecía el agitador social cristiano infatigable difusor de la tradición católica en nuestra patria.

“Desde su primer libro, El triunfo del cristianismo  -escribíamos en 1985- hasta este último de una serie de más de diez títulos diferentes, su pluma, tan incesante como apostólica, nos sigue regalando horas de lectura,  estudio, meditación y placer estético” (Domínguez Benavides, Alejandro A., Comentarios bibliográficos, Revista Rumbo Social n° 29, abril de 1985, p. 42-43).

Ambrosio Romero Carranza además, tuvo el privilegio de cultivar la amistad con el hoy Venerable Enrique Shaw. Ambos fueron miembros conspicuos de la Acción Católica Argentina, compartieron la cárcel en los años de persecución religiosa y además pasaron fugazmente por las filas del partido Demócrata Cristiano. Este tiempo de la vida del Venerable no está muy difundido. En los enfrentamientos políticos y en las sucesiones se aprecia el señorío. En nuestro país la política dividió y divide. Es fácil predicar cómo se debe vivir en tiempos de intolerancia, violencia física y verbal cuando desaparece la palabra adversario y se la reemplaza por la de enemigo. Es interesante observar la actitud y la conducta de el Venerable Enrique, un ex marino- dicho sea de paso- que tenía muy claro que  debía “imitar a Jesucristo, nuestro Señor y vivir como lo   haría Él” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, p. 71).

En el libro olvidado que estamos recordando, su autor nos relata en tono autobiográfico:

“Pasamos por alto los hechos y declaraciones que enfrentaron al Poder Ejecutivo Nacional con la Jerarquía Eclesiástica argentina, para recordar únicamente que los miembros de la Acción Católica fuimos acusados de conspirar con el objeto de derrocar al Presidente de la República, general Juan Domingo Perón. Por eso, el 7 de mayo de 1955, a la una de la noche, la Policía procedió a allanar los domicilios de diecinueve dirigentes laicos de la Arquidiócesis de Buenos Aires. Todos ellos quedaron detenidos e incomunicados aun cuando en esos allanamientos no se encontró prueba alguna” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, p. 157).

Entre esos detenidos podemos mencionar a parte de Enrique  Shaw a Ramiro de la Fuente, Sarah Makintach, Francisco Valsecchi, César Belaunde, y J. Roberto Bonamino. “…Fueron hacinados -cuenta el autor- en un salón de la Comisaría destinada al Orden Político, situada en Lavalle y Pueyrredón y donde se torturaba a los presos. Quedaron incomunicados y debieron dormir en el suelo hasta que  se les permitió que sus parientes les llevaran colchones. Enrique dio el remitido  por Cecilia a uno de sus compañeros que le pareció más  necesitado de dormir bien. Y sólo aceptó descansar en el que le llevó su hijo Jorge Enrique cuando ya todos estuvieron munidos de colchones” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, p. 159).

“Durante el tiempo de su detención, Enrique debió soportar largos interrogatorios de un Comisario que, ensañándose con él, amenazaba torturarlo si no confesaba su participación y la de sus compañeros en el supuesto complot de la Acción Católica para derrocar al Presidente de la República. Enrique -concluye Romero Carranza- no le guardó rencor a ese Comisario por la forma que lo había tratado y, pocos meses después, tuvo ocasión de socorrerlo cuando a su vez, fue encarcelado por la revolución triunfante” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, p. 160).

Después de esa experiencia carcelaria, Shaw, decidió unirse a la Democracia Cristiana como una forma de resistir legalmente al peronismo. Su ficha fue firmada por el doctor Manuel V. Ordoñez. Queda de manifiesto que no tenía vocación por el partidismo político; derrocado Perón “abandonó las filas del Partido Demócrata Cristiano, el cual, por otra parte, tomó en adelante un rumbo que no era el deseado por sus fundadores, amigos de Enrique” (Romero Carranza, A., Enrique Shaw y sus circunstancias, p.165).

Los sucesos que relatamos son claros testimonios de su comportamiento ejemplar para todas las épocas.  La entrega y preocupación por el prójimo, sus amigos y más aún su circunstancial enemigo: el comisario a quien ayudó y no le guardó rencor.

Comparto la opinión del Papa Francisco, debemos tener en cuenta que “[l]as persecuciones no son una realidad del pasado, porque hoy también las sufrimos, sea de manera cruenta, como tantos mártires contemporáneos, o en un modo más sutil, a través de calumnias y falsedades. Jesús dice que habrá felicidad cuando ‘os calumnien de cualquier modo por mi causa’ (Mt 5,11). Otras veces se trata de burlas que intentan desfigurar nuestra fe y hacernos pasar como seres ridículos. Aceptar cada día el camino del Evangelio aunque nos traiga problemas, esto es santidad” (Papa Francisco, Gaudete et Exsultate, n° 94).