El P. Etcheverry Boneo: una mirada sobre lo temporal desde la Eternidad.

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Por Germán Masserdotti especial para Revista Argentina Tercera Época

P. Luis María Etcheverry Boneo

En la jerga periodística se acostumbra resaltar la importancia fundamental del foco al momento de escribir una nota o columna de opinión. El foco, en algún sentido, es lo principal. En torno a él gira toda la narración. El foco es, al fin de cuentas, el factor ordenador y que otorga sentido al resultado que el lector encuentra ante sus ojos al momento de invertir su tiempo.

A partir de una aproximación a la vida y la obra del P. Luis María Etcheverry Boneo (1917-1971), puede concluirse que su foco era la Vida Eterna y que, desde ella, proyectaba una mirada sobre lo temporal.

El pasado 18 de marzo de 2021 se cumplieron 50 años del fallecimiento del P. Etcheverry Boneo en Madrid. Se trata de un aniversario significativo para volver sobre su “genio  y figura” y sus enseñanzas. La Vida Eterna como factor ordenador es lo que justifica esa “Teología de las Realidades Terrenales” que se propuso desarrollar en sus charlas, conferencias, clases y escritos.

Como resume el P. José Bonet Alcón, al glosar sus escritos, la Teología de las Realidades Terrenas “estaría ordenada a tratar de encontrar, en lo temporal, la dimensión eterna, de tal manera que, cuando se aborden y traten de resolver los problemas de este mundo, se cuente con la Verdad total; porque es imposible resolver un problema si no se cuenta con la totalidad de los datos. Sobre todo, lo relativo a los problemas humanos. De ahí la necesidad de captar esa dimensión eterna de las cosas temporales, de poner el ancla en la eternidad, de mostrar que toda entidad de aquí abajo se sustenta ontológicamente en cuanto tiene trascendencia, dependencia de Dios –y no sólo lo que nos muestra la filosofía sino la del Dios Amor de la teología–. Y así podrá renacer la esperanza en el mundo” (“Una visión cristiana del hombre, de la sociedad, de la naturaleza y de la cultura”, 76).

En el mismo sentido, Al P. Etcheverry Boneo le interesaba ofrecer y formar en una “visión cristiana del mundo”. Apunta el P. Armelín que “en cuanto se refiere a una Visión Cristiana del Mundo”, el sacerdote argentino “la concibió ya en los años 50´ [s. XX] no sólo como algo implícito en el conjunto de las enseñanzas, sino como una disciplina sui generis, que no sólo debe transmitir conocimiento sino la correspondiente valoración y la subsiguiente toma de posición vital. Y en cuanto a que tal cosmovisión debe ser específicamente cristiana, teniendo a Jesucristo como centro, ello es algo que aparece por doquier y con unánime convergencia y gran fuerza en toda la concepción educativa del Padre [Etcheverry Boneo]” (Armelín, Ángel B., “Apostolado estudiantil masculino”, 58).

“En síntesis –comenta el P. José Bonet Alcón–, el Padre [Etcheverry Boneo] señalaba que las instituciones temporales sólo iban a andar bien cuando simultáneamente tengan eficiencia temporal y eficiencia eterna; cuando, al cumplir sus fines temporales, se asegure la salvación de las almas. Eso indicará la presencia de la Gracia, que además de elevante es sanante y, por ello, ayudará a que los hombres tengan su propio existir natural más sano y sean más eficaces en su propia acción natural” (Bonet Alcón, José, “Una visión cristiana del hombre, de la sociedad, de la naturaleza y de la cultura”, p. 80).

Toda la cultura cristiana y toda la civilización cristiana no es sino una extensión de la Encarnación –enseñaba Etcheverry Boneo–. Jesucristo es la base para entender todo lo que tiene que ser en lo fundamental una cultura y civilización cristiana”.

Entre las realidades  terrenas mencionadas se encuentra la Cultura y, como órgano superior de la misma, la Universidad. Con antecedentes en los Cursos de Cultura Católica, al P. Etcheverry Boneo le interesaba orientar la Universidad “hacia una Teología de las Realidades Temporales”. Su convicción era que la función de la inteligencia católica contemporánea era la “sacramentalización de lo social” (Cf. Etcheverry Boneo, Luis María, “Sacramentalización de lo social, función de la inteligencia católica contemporánea” -conferencia del 17 de noviembre de 1953-).

Merece otra nota ocuparse de la Universidad en su obra. Como aproximación, podría decirse que él “había pensado mucho acerca de cómo habría de ser la Universidad que tanto había deseado para la Iglesia y para el país. La deseaba de una dimensión muy distinta de las que tenían las inmensas universidades estatales, convertidas a la sazón en meras escuelas expendedoras de títulos. Quería para ella un alto nivel de investigación y docencia con estrecho contacto entre profesores y alumnos, en un «campus» universitario, en las afueras de la gran ciudad, aunque también con un importante órgano de difusión y extensión en el centro de la misma” (Armelín, Ángel B., “Apostolado estudiantil masculino”, p. 65-66).

Nota del editor: todas las citas están tomadas del libro Junta de Historia Eclesiástica Argentina, Padre Luis María Etcheverry Boneo. Aportes y testimonios para una biografía, Buenos Aires, 1997.