Por Alejandro A. Domínguez Benavides especial para Revista Argentina Tercera Época
La semana pasada compartimos la lectura de un libro de sir Roger Scruton donde se refería a las necesidades culturales del hombre y que hoy, con la excusa de la pandemia, no se están cubriendo debidamente: profesar libremente nuestro culto, enterrar como es debido -sin absurdas restricciones- a nuestros muertos y hacer catarsis en el teatro.
Estas consecuencias político-sociales que está aparejando el COVID 19 ya son tema de reflexión de algunos pensadores contemporáneos. Giorgio Agamben escribió el 27/03/2020 en su blog Una voce sobre las reacciones de los hombres ante la peste y remarcaba la “facilidad con que toda una sociedad ha aceptado sentirse plagada, aislarse en casa y suspender sus condiciones normales de vida, sus relaciones laborales, amistad, amor e incluso sus creencias religiosas y políticas. ¿Por qué no hubo protestas y oposiciones como era posible imaginar y como es costumbre en estos casos? (https://www.quodlibet.it/giorgio-agamben-riflessioni-sulla-peste: fecha de captura 9-5-2021).
Una posible respuesta a Agamben la podemos hallar en La sociedad paliativa (Herder), el último libro del filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han, un pensador global para soluciones globales, donde retrata, describe el momento que vive la sociedad actual y profetiza su futuro. De los once capítulos breves, siete están dedicados al dolor. Esta reivindicación le ha valido que algunas voces críticas lo acusen de una reivindicación del dolor con tufillo cristianizante bastante reaccionario. No nos parece un juicio acertado. Otros se preguntan: ¿a qué llama dolor? Bueno: podríamos responder al dolor que sufrió por ejemplo Schubert o Proust por la enfermedad y constituyó la base de un proceso creador.
La sociedad paliativa y el dolor como verdad.
Byung-Chul Han denomina sociedad paliativa a una sociedad donde se absolutiza la supervivencia, la vitalidad se emplea para prolongar la vida por que teme a la muerte y esconde el dolor, le tiene fobia, padece la algofobia que domina todos los ámbitos -sociales, políticos, culturales y religiosos. Es la sociedad de la positividad que trata de librarse de toda forma de negatividad. La sociedad del like como en Facebook, esa sociedad ficticia de amigos para las buenas, que saluda con beneplácito el éxito, la belleza, las frases geniales y huye de los comentarios realistas que desnudan el alma humana o remarca un aspecto triste de la vida. El cultor del like los ignora hasta que lo sobresalta la enfermedad o la muerte, esa muerte que no se puede esconder. La fragilidad es contagiosa y el miedo también.
Byung-Chul Han recurre a la pregunta que formuló E. Jünger: “¡Cuéntame qué es para ti el dolor y te diré quien eres! “ y afirma que la relación que tenemos con el dolor revela el tipo de sociedad en que vivimos, nos ayuda a comprenderla. “Toda crítica social tiene que desarrollar su propia hermenéutica del dolor. Se nos escapa el carácter de signo en clave que tiene el dolor si dejamos que solo la medicina se ocupe de él” (p.11).
Así como la pregunta de Jünger le permite desarrollar las características de la sociedad paliativa, la definición de Viktor von Wizsäcker sobre el dolor como una “verdad encarnada” es el hilo conductor que lo llevan a describir lo que juzgamos su contracara.
“La sociedad paliativa -nos dirá Byung-Chul Han- es una sociedad sin verdad, un infierno de lo igual…El dolor solo puede aparecer donde hay un auténtico vínculo de pertenencia que está amenazado… No hemos vivido ni amado sin dolor. La vida se sacrifica a cambio de una agradable supervivencia…Es el dolor en que se distingue la convivencia viva del juntamiento muerto” (p. 49-50).
La sociedad paliativa y la pandemia
Byung Han considera que cuando el virus invade la zona paliativa de bienestar la transforma “en una cuarentena en la que la vida se anquilosa por completo en una supervivencia. La pandemia vuelve nos muestra la muerte, que meticulosamente habíamos reprimido y desterrado. La omnipresencia de la muerte en los medios de masas pone nerviosa a la gente” (p. 30).
El miedo a la enfermedad y a la muerte paraliza y se acata el estado excepción, las restricciones de derechos fundamentales, las cuarentenas a cambio de una garantía de supervivencia.
Con la pandemia la sociedad paliativa se transforma en sociedad de supervivencia que -según Han- “prohibe las misas incluso en Pascua. Hasta los sacerdotes guardan la distancia social y llevan mascarillas protectoras” (p. 30).
“La muerte domina por completo la vida. La vacía convirtiéndola en supervivencia. La histeria por sobrevivir hace que la vida sea radicalmente pasajera. La vida se reduce a un proceso biológico que hay que optimizar. Pierde toda dimensión meta–física. El self–tracking o autorrastreo se acaba convirtiendo en culto. La hipocondría digital, la permanente automedición con aplicaciones de salud y de fitness, degrada la vida a una función.” (p. 31).
Byung Han cree que “el culto a los antepasados dan una vitalidad también a los muertos. La vida y la muerte se asocian en un intercambio simbólico. Como hemos perdido por completo aquellas prácticas culturales que dan estabilidad a la vida, impera la histeria por sobrevivir. Si hoy nos resulta especialmente difícil morir se debe a que ya no es posible hacer que el final de la vida llene a la muerte de sentido. La vida es interrumpida a destiempo. Quien no es capaz de morir en el momento oportuno, forzosamente perecerá a deshora. Envejecemos sin hacernos mayores.”( p. 31).
La pandemia y el fin de la democracia liberal
Byung-Chul Han ha sido definido como un romántico algo pesimista y apocalíptico. En el último capítulo de su libro vaticina que la pandemia va a permitir extender biopolíticamente la vigilancia digital al individuo. Siguiendo la teoría del shock de la canadiense Naomi Klein estima que estamos en un momento ideal para establecer un nuevo sistema de gobierno. “Al final el shock pandémico -profetiza- acabará provocando que se instaure globalmente un régimen policial biopolítico que autorice el acceso al cuerpo de las personas. Solo la biopolítica digital hará invulnerable al capitalismo frente a la pandemia. Cierra ese hueco en el sistema. Pero el régimen biopolítico de vigilancia significa el final del liberalismo.” (p. 88).
Según el autor coreano-alemán la sociedad de la supervivencia se verá obligada a elegir los dispositivos higiénicos y deberá renunciar a los principios liberales. El último hombre no defenderá a la democracia liberal. El confort está en un lugar superior en su escala de valores frente a la libertad. Byung-Chul Han filosofa desde Berlin. Alguien escribió con una ingenuidad ramplona: por suerte no estamos en ese primer mundo al que pertenece Han. Los puntos esenciales de sus observaciones no nos cuadran a los patriotas latinoamericanos. No estamos tan seguros. Al contrario, nos parece que la sociedad paliativa en estas orillas ya está mostrando su cara más terrible y siniestra.