“De vuelta después de larga ausencia…” de la mano de Claudio Monteverdi

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Por Alejandro A. Domínguez Benavides para Revista Argentina (Tercera Época)

Créditos: Arnaldo Colombaroli y Máximo Parpagnoli.

Altri Canti. Espectáculo lírico con música de Claudio Monteverdi. Textos: Ottavio Rinuccini, Francesco Petrarca, Gabriello Chiabrera, Torquato Tasso y Gian Battista Guarini Cantantes: Oriana Favaro, Constanza Díaz Falú y Daniela Tabernig (sopranos); Adriana Mastrángelo (mezzosoprano); Víctor Torres y Alejandro Spies (barítonos), Hernán Iturralde y Iván García (bajos) , Santiago Martínez y Pablo Urban (tenores) y Martín Oro (contratenor). Director musical: Marcelo Birman.  Director escénico: Pablo Maritano.  Escenografía: Nicolás Boni. Vestuario: Renata Schussheim.  Iluminación: José Luis Fiorruccio.  Video: Matías Otálora. Teatro Colón.

CALIFICACIÓN:  Excelente.

PRÓLOGO

¡Y al fin se inauguró la Temporada Lírica del Teatro Colón de Buenos Aires! Un Teatro que no es el mismo, es otro. A la entrada, un empleado controla la fiebre, otro verifica el código en el teléfono celular donde está la entrada y, a partir de allí, una señorita muy amable nos acompaña hasta nuestra butaca, nos recuerda con voz cálida que el espectáculo dura una hora con cuarenta minutos -sin intervalos- y que por el bien de todos permanezcamos quietos en nuestras plateas y con el barbijo puesto.  Nos sentimos, más que en un teatro, en un avión.

En la fila donde nos ubican solamente está reservada para tres espectadores, rodeado de cintas color crema que cubren la mayoría de los asientos. Parecen  ésas que resguardan la escena de un crimen.

La platea sufre una puesta en escena impuesta por la pandemia que impresiona. No se escucha el murmullo de los abonados de otrora -no hay abonos- solamente la afinación de los instrumentos reconcilia con el pasado cercano anterior a 2020.  No  se percibe clima de alegría en el público que, expectante sin programas de mano aguarda, cubierta media cara por el tapabocas o  por el barbijo o las dos prendas superpuestas, por las dudas. Ah, y nadie tose, por las dudas…

EL PROGRAMA

Altri Canti, que incluyó la sinfonía del tercer acto de L ´Orfeo y el madrigal Hor che ’l ciel e la terra e’lvento tace (Libro VIII). El primer pequeño drama es el Ballo delle Ingrate (1608). En segundo término, se representó un drama pastoril: madrigales de los libros VII, VIII y IX . El tercer drama Altri Canti d’amor (Libro VIII) que se centra en el Combatinebto di Tancredi et Clorinda (1624) y concluye con el Ave Maris Stella de las Vespro della Beata Virgine (1610). Todas obras de Claudio Monteverdi.

La puesta de Pablo Maritano expuso satisfactoriamente los contrastes del Barroco. En el Prólogo primó la oscuridad y la luz tenue. Las ropas oscuras y la calvicie igualaron a los cantantes femeninos y masculinos, es más el vestuario igualó a los cantantes con vestidos negros y valona blanca al cuello. En el primer drama la escatología -otro elemento distintivo del Barroco-, allí en el caja central la escenografía de Nicolás Boni  montó un infierno y a los costados en dos nichos Venus y Cupido dialogaban con Plutón que reinaba en el centro del Averno.

Créditos: Arnaldo Colombaroli y Máximo Parpagnoli.

En la segunda parte se hizo la luz, y de acuerdo con el vestuario blanquísimo se percibe un acercamiento temporal que podríamos ubicar en la década del 50 del siglo pasado.  Matías Otalora proyectó un video de impactante realismo, en la caja central un parque bellísimo donde las dos parejas cantan al amor en sus diferentes estadio: el amor seductor y galante; el amor como dulce cruz, al amor y  la libertad. En el madrigal Soave Libertate  Daniela Tabernig como solista lo interpretó con gran convicción y estilo.

Ya la luz decreció en clave agónica y en la escenografía de un campo atardecido Tabernig canta Lamento della  ninfa.

En el tercer episodio volvió la negritud: la caja central cerrada y a los costados cuatro cantantes con un corazón sangrante cada una en sus manos entonan el Altri canti d’amor. Un cuadro de gran impacto visual y sonoro

En el mismo episodio se  libra el Combattimento di Tancredi e Clorinda    con la misma escenografía y vestuario del Prólogo. Allí se destacó el barítono Victor Torres, uno de los especialistas de la interpretación barroca y además un excelente actor. Su función era relatar con un libro en la mano lo que ocurría en la historia. Sus expresiones entre lo irónico y lo siniestro realzaron el trabajo impecable  del bajo venezolano Ivan García y Oriana Favaro, cuyas actuaciones son dignas de destacar.

Créditos: Arnaldo Colombaroli y Máximo Parpagnoli.

El final emocionante el Ave Marís Stella interpretado por casi todos los cantantes aporta otro elemento fundamental del Barroco:  la religiosidad.

El director de orquesta Marcelo Birman, sin ninguna duda, jugó un rol importantísimo en esta puesta y los instrumentos de época ejecutados con precisión y belleza nos hicieron olvidar las desdichas del presente y lograron divertirnos en las desdichas de otro siglos tan parecidas a las nuestras, que lograron nuestra inmediata compasión.

“Escribir teatro – según  Ernesto Schoo- no es imposible, pero casi. Buen teatro, se entiende: el que atornilla el espectador a su butaca, lo obliga a concentrarse y no lo suelta hasta el telón final”.

Convertir este collage de madrigales scherzos y una sinfonía una ópera  del siglo XVII  de Claudio Monteverdi en un espectáculo operístico -podemos parafrasearlo- fue un acto de laudatoria audacia donde se conjugo un trabajo realmente artesanal de las direcciones  musical y de escena realzado por una escenografía y el vestuario -adecuado y con algunas licencias de esa gran artista que es Renata Schussheim. La iluminación, gran protagonista de la puesta de Jose Luis Fiorruccio,  y el video a cargo de Matías Otalora, dieron un marco preciso para que  poco menos de veinte cantantes lograsen ajustarse a una teatralidad y excelencia vocal sin fisuras.