Por Alejandro A. Domínguez Benavides para Revista Argentina (Tercera Época)
Orquesta Estable del Teatro Colón
– Obertura de Die Zwinllingsbrüder (Los hermanos gemelos), D 647 de Franz Schubert.
– Wesendonck Lieder (“Canciones de Wesendonck” ) 5 poemas para voz femenina , WWV 91. Versos de Mathilde Weswndonck, Orquestación Felix Mottl y Richard Wagner.
-Suite en Sol mayor, para cuerdas y órgano, P 58 de Ottorino Respighi.
Director Sebastiano De Filippi
Solista: Guadalupe Barrientos, mezzosoprano, Matías Sagrera (órgano).
Calificación: Muy bueno.
Richard Wagner nos tiene mal acostumbrado. Sus obras de cuatro y hasta siete horas como la de aquel viernes 30 de noviembre de 2012, cuando llegamos al Teatro Colón a las 14:30 y salimos después de las 23 y vimos la tetralogía El Anillo del Nibelungo de una sentada. El Oro del Rin (Das Rheingold), La valkiria (Die Walküre), Sigfrido (Siegfried) y El ocaso de los dioses (Götterdämmerung). Un comprimido del compositor alemán Cord Garben, de siete horas que no nos gustó. Sin embargo, pasar la tarde en el Teatro Colón, con Wagner y disfrutar de tres intervalos degustando tentempiés y champagne compensó con creces, en cierta manera, el disgusto que nos produjo aquella puesta.
Pensar en una epopeya wagneriana en tiempos de pandemia es una quimera, debemos conformarnos con obras breves -escasos veinte minutos- como Wesendonck Lieder, presentada en la función del 15 de agosto con la destacada presencia de la mezzosoprano Guadalupe Barrientos como solista y la Orquesta Estable del Teatro Colón muy bien dirigida por el maestro De Filippi.
“WAGNER ME RELEGÓ DE PRISA. APENAS ME RECONOCIÓ CUANDO FUI A BAYREUTH. Y, SIN EMBARGO, YO SOY ISOLDA”.
Con esta afirmación Mathilde Wesendonck dejó un trabajo para los historiadores, descifrar un enigma: ¿fue la musa inspiradora de las principales obras de Richard Wagner? De acuerdo con las recientes investigaciones de Judith Cabaud podríamos considerar que bajo la influencia de su aura, Wagner compuso Tristan und Isolde, Das Rheingold , Die Walkyüre, los dos primeros actos de Siegfried, Die Meistersinger von Nürnberg, el bosquejo de Parsifal y la música de Wesendonck Lieder sobre los poemas de Mathilde.
El descubrimiento de cartas sin editar por Cabaud arroja nueva luz sobre la vida y obra de Wagner. Después de la Revolución de 1848, Wagner, como muchos otros, encontró refugio en Suiza. En Zurich, el marido de Mathilde, Otto, se hizo amigo del compositor y lo apoyó económicamente en sus esfuerzos musicales. Como vecinos, Mathilde envió sus poemas a Wagner y los recibió acompañados de la música del Wesendonck Lieder. Cuando envió el poema de Tristán, se había convertido en una realidad, su realidad. Los dos amantes tuvieron que elegir entre la unión o la separación de sus respectivas familias.
Destrozados, comenzaron un apasionado intercambio de cartas que luego fue censurado por la segunda mujer de Wagner, Cosima Liszt. Muchos documentos fueron falsificados o destruidos. Después de Wagner, Mathilde aspiraba a seguir siendo la musa de un gran músico. Con Brahms, quería escribir el libreto de una ópera, que el maestro no podía componer. Sus poemas y sus obras de teatro se mantuvieron coherentes con su vida, que fue la historia del amor, la fidelidad y el sacrificio. (Cabaud, Judith: Mathilde Wesendonck ou le rêve d’Isolde, Hubert Nyssen Editeur, Actes Sud, Arles 1990).
EL MUNDO DE WAGNER EN CINCO CANCIONES
La relación de estas canciones, incluidos sus textos, con Tristan und Isolde no necesita demasiadas explicaciones dos de ellas, Im Treibhaus y Träume, en la partitura está subtitulada como Estudio para Tristan und Isolde. “Sin embargo- coincidimos con Luis Suñen – “que al comenzar a escuchar la primera en escribirse y primera igualmente en la edición —Der Engel—, nos encontramos más en Der Ring des Nibelungen que, recordemos, Wagner estaba componiendo antes de empezar los esbozos de Tristan. algo parecido podría decirse de ¡Stehe still! —última en composición—, que parece a su inicio moverse en el mismo plano expresivo, más revuelto, un poco a la manera de Der fliegende Holländer, aunque todo cambia cuando el poema nos lleva al deseo de permanencia en la contemplación de la alegría más sublime.” (Programa de mano XXV Ciclo Lied, Recital 6/ Teatro de la Zarzuela, Madrid 25/02/2019, p.9) Im Treibhaus, escrita en cuarto lugar, anticipa, el comienzo del tercer acto de Tristan —una separación anticipada por la de los propios enamorados—. Schmerzen, escrita en segundo lugar, ¿no evoca el motivo de la espada en Die Walküre? y remite también a la llegada del día en el segundo acto de Tristan. Lo mismo que Träume, compuesta en tercer lugar hallamos un bosquejo del dúo de amor del segundo acto de Tristan, pleno de cromatismo, imparable hacia el éxtasis desde la explosión del inicio, a esa ebriedad espiritual y carnal que, puesta a la vista del público, tanto miedo le daba a Wagner. impregnadas de la emoción de lo vivido y de la similitud del sentimiento contenido en el segundo acto de Tristán.
LAS INTERPRETACIONES Y LAS OBRAS
En primer lugar nos alegró mucho el inusual programa ofrecido. La pandemia y sus normas sanitarias aguzaron el ingenio de las autoridades del Teatro para elegir tres obras que no escuchamos jamás en nuestro Primer Coliseo.
La obertura de Die Zwinllingsbrüder (Los hermanos gemelos), D 647 Franz Schubert Es una obra de juventud, breve, escrita, quizás, con la intención de buscar instalarse en el mundo teatral y dedicarse a la composición operística. Un sueño incumplido. La obertura que escuchamos transmite frescura y alegría. El singspiel de Schubert que se estrenó hace dos siglos tiene claras influencias mozartianas y rosinianas.
En cuanto a Wesendonck Lieder, de la que ya nos hemos ocupado requieren que del intérprete una emisión vocal controlada y una proyección emocional íntima que la mezzosoprano Guadalupe Barrientos logró concretar sin dificultades. Convincente en la interpretación de una obra de gran intensidad poética y frenético romanticismo, logró expresarse, sin apelar, a gestos desmesurados. Poseedora de una voz bella y potente colocó bien los agudos y el registro medio grave -exigido al comienzo- fue reacomodándose y concluyó las últimas canciones con naturalidad, soltura, exquisita belleza y expresividad en el decir.
El breve pero intenso momento musical de una hora concluyó con una obra para órgano. Otra excentricidad maravillosa. Casi nunca se programan obras para este instrumento. La Suite en sol mayor para cuerdas y órgano de Respighi data de 1905 y rinde homenaje a varios compositores barrocos, incluidos J.S. Bach, Girolamo Frescobaldi y Arcangelo Corelli. Modelado en el estilo de un “Concerto Grosso”, el órgano sirve como instrumento solista y las cuerdas como conjunto. La apertura “Preludio” genera un emocionante impulso hacia adelante y proporciona texturas y orquestación exuberantes y coloridas. Originalmente, el “Aria” se compuso como un movimiento independiente en 1901, pero Respighi siguió reutilizando esta melodía altamente expresiva en varias obras. La “Pastorale” y el “Cantico”, con sus texturas simples y ornamentaciones adornadas, toman a Frescobaldi como modelo. Mientras Respighi rinde homenaje a sus ilustres predecesores, también perfeccionó sus habilidades para la orquestación y perfeccionó su sentido de la melodía. El maestro Matías Sagrera, flamante profesor titular de la Cátedra de Órgano del Departamento de Música de la FFHA de la UNSJ, En un reciente reportaje expresó que el órgano lo cautivó por el sonido solemne que produce, un sonido íntimo y la gran versatilidad tímbrica. Señaló que lo asombraba “que es un instrumento y una máquina al mismo tiempo con un complejísimo circuito técnico mecánico que permitirá que un tubo suene, y ahí está el arte”. En su interpretación, Segrera logró con la obra de Respighi demostrar esa versatilidad tímbrica del instrumento y sus dotes artísticas como ejecutante. La Orquesta Estable muy bien afinada logro momentos sublimes, la batuta del maestro De Felippi, precisa y elegante en la marcación con sobriedad, nos hicieron olvidar esos paneles horribles que afean el escenario ¡Ay el Covid 19! y los aplausos a destiempo de un público que no tose pero no puede dejar las manos quietas.