Celebrando a Piazzolla en cuerpo y alma

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Por Alejandro A. Domínguez Benavides para Revista Argentina (Tercera Época)

Créditos: Arnaldo Colombaroli

Programa mixto Vendaval: Coreografía: Maximiliano Iglesias. Música: P. I. Tchaikovsky. Piano: Marcelo Balat. Itinerario Piazzolla. Coreografía: Alejandro Cervera. Música: Ástor Piazzolla. Percusión: Arauco Yepes. Video: Federico Lamas. Vestuario e iluminación: Stella López y Rubén Conde. Por el Ballet Estable del Teatro Colón con dirección de Paloma Herrera. Próximas funciones: viernes 3 de septiembre, a las 20.

Calificación: Excelente.

“Se abre el telón -escribió el coreógrafo y bailarín Maximiliano Iglesias en el programa virtual- y a cada uno de nosotros nos abraza un viento especial: impetuoso pero amable; silencioso, pero que se escucha en cada rincón de nuestro ser. Un viento lleno de magia, mucho más etéreo que otros. Un viento que nos trae energías distintas, desde cada butaca, y que nos da el empujón para dar el primer paso, el primer salto, la primera mirada…”.

El viento al que alude Iglesias es la sinergia que se da entre los bailarines y el público y que logró desde los primeros minutos. Su trabajo coreográfico nos produjo un momento refrescante y juzgamos muy apropiado que el programa se haya abierto con esta obra. Experimentamos esa sensación que nos provoca las vacaciones en el mar o en el campo después de haber estado encerrados en nuestras ocupaciones.  La coreografía nos sumergió en un clima de libertad y de belleza enmarcada en un orden natural donde se reconocen los lenguajes del ballet clásico -una cantera inagotable- sin tutú, ni mallas masculinas. Al contrario el vestuario, diseñado por Stella López, en tonos pasteles, contribuyó a remarcar ese clima: faldas vaporosas ellas y amplios pantalones con remeras los hombres.  Sobre el fondo del escenario se proyectaban cuadrados de colores celeste, verde claro y ocres y a una costado la sombra del piano y del maestro Balat interpretando a Tchaikovsky completan un cuadro no exento de teatralidad.

Créditos: Arnaldo Colombaroli

El iter de la coreografía presentada por Maximiliano Iglesias partió de la idea de un pas de deux sobre música de Tchaikovsky pensada para presentarla fuera del Teatro Colón. “En 2020, y retomando aquella idea, -relata Laura Falcoff- pensó un proyecto más amplio para la compañía del teatro; un proyecto, en realidad, casi excesivamente amplio. La directora del Ballet, Paloma Herrera, le pidió que lo redujera a algo simple y en el que no participaran más de diez bailarines” (Falcoff. L., Un programa de contrastes, programa  de mano p. 22 y 23).

En el escenario vimos una obra de pandemia completada con esfuerzo a finales del año 2020, insistimos de gran belleza donde los dúos dotados de fuerza y poderosa presencia escénica lograron un Vendaval que no arrasa, sino que pule las enseñanzas del ballet académico. Auguramos un futuro promisorio a Iglesias y a su mujer, la talentosa y espléndida Macarena Giménez, primera bailarina que fue, según nos han comentado, la modelo de la coreografía durante la cuarentena.

Volviendo al Sur con Cervera y Piazzolla.

Si, como decíamos con Vendaval, disfrutábamos de unas vacaciones coloridas, con Itinerario del experimentado Alejandro Cervera, nos sentimos en la ciudad, más propiamente en el Buenos Aires de Piazzolla, su bandoneón, Oblivión y esos adoquines gigantes proyectados en el fondo del escenario, nos envuelve en un mundo nostalgioso y melancólico.  Los doce bailarines se aprestan a ofrecer un sainete donde Cervera, con maestría, lo tiñe de universalismo con caracteres y sabores locales.

Doce bailarines nos cuentan la historia del tango, hombres bailando en soledad, en pantalón y camisa, alguno que otro luce una corbata o tiradores. Las mujeres con faldas acampanadas tendrán también su danza en soledad en otro cuadro donde los malvones gigantes cubren la pantalla de fondo.

Un momento de gran energía fue el cuadro de la danza en la intimidad en torno a una cama. Un hombre y una mujer coquetean, se persiguen, se cortejan y despiden. Sin caer en la tragedia esa cama de hierro nos hacía presente la enfermedad, la agonía y la muerte. Eros y Tanatos ¿Por qué no? O simplemente una historia de amor.

Créditos: Arlando Colombaroli

El Ballet honra a Piazzolla en cuerpo y alma y, más allá de los protocolos, se funden en abrazos.  Oblivión, Zum, Zita, Primavera porteña, Verano porteño y Tango Apasionado y los pasajes de percusión de Arauco Yepes ofician de transición entre los cuadros. Para el final una imagen borrosa de Buenos Aires, de la calle Corrientes y de un fantasmal obelisco será reemplaza por el mar y la voz del polaco Goyeneche canta Vuelvo al Sur.  El mar lo vio nacer a Ástor, el mar lo llevó al viejo mundo, el mar lo trajo a su ciudad. El Itinerario ideado por Cervera se cumplió.

“Y ahí, en ese preciso instante,-como escribió Maximiliano Iglesias- es donde todo se transforma en un momento irrepetible que nos llevaremos guardado por siempre.

Ese vendaval que se hizo desear por tanto tiempo, hoy, nuevamente, lo volveremos a experimentar. Y nos da esperanza de que muy pronto nos abrazará con tantas fuerzas que no nos vamos a poder librar de él”.