Por Horacio Sánchez de Loria Parodi
Nota de los Redactores de Revista Argentina (Tercera Época): cf. el aviso de la conferencia de Horacio Sánchez de Loria Parodi aquí. El autor es académico de número de la Academia Nacional de Historia.
Introducción
Ambos eran oriundos de la provincia irlandesa de Cannaught. Guillermo Brown nació en Foxford en 1777, a sólo 100 kilómetros de Loughrea, el pueblo en donde había nacido el padre Fahy en 1801. La comunidad irlandesa en la Argentina los considera como dos figuras emblemáticas, puentes simbólicos entre los dos países[1].
Ambos sufrieron los efectos más nefastos de la revolución inglesa, desarrollada entre 1642 y 1688, debido a las persecuciones desatadas contra los católicos irlandeses por parte del gobierno inglés. En 1649 el denominado Protector Oliver Cromwell desató una feroz persecución a los católicos, a quienes se les prohibió ser funcionarios públicos, militares, maestros- se les prohibía incluso enseñar en privado-, ni poseer grandes extensiones de tierras.
De forma clandestina, fieles y clérigos empezaron a celebrar la misa, en montañas y acantilados, para escapar de los “cazadores de sacerdotes”. Usaban grandes piedras, mass rocks, piedras de la Misa, que hoy se veneran como auténticas reliquias.
Esta persecución se inició en 1534 cuando Enrique VIII, tras su alejamiento de Roma, al usar el poder al servicio del error religioso, decretó el Acta de Supremacía, por lo cual tomó el control de los monasterios y los templos ubicados en Irlanda. Por su fidelidad a Roma hizo ejecutar, entre otros a quien había sido ministro de confianza, Tomas Moro y al obispo Juan Fisher y -tras terribles tormentos- a varios cartujos y religiosos que no cedieron a sus órdenes. Eduardo VI, hijo de Enrique VIII, prohibió el sacrificio de la Misa. Para principios del siglo XVII Inglaterra ya controlaba el territorio irlandés.
Con cierta ironía Bernard Shaw decía que la historia inglesa debía ser aprendida por todos los ingleses y olvidada por los irlandeses.
Brown pertenecía a una familia católica que emigró de su tierra natal y se trasladó a Filadelfia en los Estados Unidos alrededor de 1786. Al poco tiempo el amigo que los había cobijado murió de fiebre amarilla, lo mismo que su padre, y entonces el futuro almirante se embarcó como grumete y comenzó una vida de película.
El padre Fahy llegó a Buenos Aires el 11 de enero de 1844 a raíz de que el capellán de los irlandeses Patricio O’Gorman no podía atender debidamente a la ya cada vez más extensa colonia; la Sociedad Católica Irlandesa presidida por Santiago Kiernan pidió entonces al arzobispo de Dublín ayuda, quien nombró el dominico Antonio Domingo Fahy[2].
Se instaló en la calle Reconquista 48 (antigua numeración) y comenzó su labor en la Iglesia de San Ignacio y en la capilla de San Roque, que al poco tiempo se convirtió en un centro obligado para los irlandeses.[3].
Estaba ubicado en el centro estratégico de la ciudad, atendía a los inmigrantes recién llegados al puerto con esmero especial, los aconsejaba y ayudaba.
Pero su labor no estaba limitada a la ciudad, sino que abarcaba miles de kilómetros cuadrados de la campaña. Recorrió los campos, conoció personalmente a todos sus feligreses, celebró los sacramentos, enseñó, se preocupó por las necesidades materiales, y así por turnos y periódicamente visitó todos los distritos en donde se habían radicado sus compatriotas. “William McCann, un comerciante irlandés que vivió varios años en el país y que a su regreso publicó la obra “A two thousand mile ride through Argentina”, describe un encuentro con el padre Fahy durante su viaje por el sur de la provincia de Buenos Aires.
“En la casa del señor Hanley, me encontré con el padre Fahy, sacerdote católico irlandés, que estaba haciendo una gira pastoral, y en cuya agradable compañía pasé la tarde. El padre Fahy es indispensable a sus compatriotas; no solo ejerce su ministerio espiritual entre ellos con la máxima cordialidad, sino también les da el beneficio de su experiencia y consejo en asuntos temporales”.
El padre decía: “(…) yo soy cónsul, jefe de correos, juez, pastor, intérprete y proveedor de trabajo para toda esta gente”[4].
El padre Fahy confiaba en la Argentina, prueba de ello la encontramos en la carta a William McCann, fechada el 1° de Febrero de 1848:
“durante los cinco años que he vivido y viajado por esta provincia, no he encontrado nunca a un hombre que no podía emplearse, excepto durante una parte del bloqueo. El hecho es que hay tanta escasez de trabajadores que los sueldos muchas veces han aumentado de cinco a siete chelines y medio, diarios. Muchas veces he conocido casos en que hombres pobres han ahorrado cien libras al año, solo en hacer cercos. En un país como este, donde no hay piedra, muchos obreros siempre encontrarán trabajo de esa naturaleza, especialmente cuando los estancieros comiencen a rodear sus casas con chacras y quintas. Además, calcule el gran número que será necesario en los saladeros, donde la faena de animales llega a tan grandes proporciones. Supongo que anualmente en la provincia de Buenos Aires se faenan dos millones y más de reses. El pastoreo de ovejas dará también colocación a muchos trabajadores. Una vez que se establezca la paz, los recursos de esta provincia se comenzarán a explotar, y si se pudieran introducir trabajadores industriosos y sobrios, no dudo que en pocos años esta provincia se convertirá en un perfecto paraíso”.
Los años 1847 y 48 fueron trágicos en la historia de Irlanda. Un hongo denominado tizón tardío afectó a las plantaciones de papa, artículo de primera necesidad en aquel país, destruyéndolas y provocando por lo tanto una gran hambruna. Miles de personas se escaparon especialmente hacia los Estados Unidos y también hacia Argentina.
Al conocer la situación que sufría Irlanda, el padre Fahy organizó una colecta de dinero que envió a su madre patria. Acompañó el donativo con una carta dirigida al Arzobispo de Dublin, fechada el 15 de junio de 1847, en la que expresa sobre la Argentina:
“Recomiendo encarecidamente a los labradores sobrios e industriosos que dirijan sus pasos a este país, donde encontrarán una amplia recompensa por su trabajo. La salubridad del aire, la fertilidad del suelo, la riqueza en minerales, sus espléndidos ríos, combinan para invitar al pobre a venir hasta él. El gobierno extiende la máxima protección al extranjero, y los nativos son proverbialmente hospitalarios y generosos”.
Las embarcaciones que se dedicaban al transporte de los pasajeros que huían de Irlanda, eran en su mayoría viejas embarcaciones, cuyos armadores especulaban con las vidas de los infortunados pasajeros. Las travesías eran muy lentas, y por esta circunstancia faltaban agua y provisiones, provocando la muerte de varias personas, y muchos de los inmigrantes irlandeses llegaban a estas tierras enfermos y desnutridos. Esta situación exigía un hospital que los atendiese. El padre Fahy cooperó primero en la fundación del Hospital Británico, siendo miembro en su primera Comisión Administrativa., y a continuación por las circunstancias mencionadas decidió fundar un hospital irlandés. En una casa alquilada en la calle Tucumán, abrió las puertas de ese hospital en el año 1848, y recolectó fondos entre sus connacionales para sostenerlo.
En el año 1850, el padre Fahy adquiere esta casa a su propietaria, y el 2 de Junio de 1851 ante escribano hace donación de ella:
“…a los católicos irlandeses residentes en Buenos Aires y en los distritos de su jurisdicción territorial, como a los demás que llegaren a venir a estos destinos y en nombre de todos ellos a los cinco señores que actualmente componen la comisión administrativa del Hospital General de Irlandeses Católicos residentes en Buenos Aires…”.
Este hospital cumplió con su obra hasta el año 1874, según se desprende de los datos consignados en el libro de Murray, cuando fue clausurado, y en 1891 el último sobreviviente de la comisión que había aceptado la donación, cedió el edificio y los terrenos a la Asociación Católica Irlandesa. Pero hay una consigna en el acta de donación que merece recordarse, donde el padre Fahy recomienda a los fideicomisarios que pongan todo empeño en la conservación del hospital: “…que no se deteriore, a fin de que los irlandeses cuenten siempre con este seguro refugio…”.
Simpatizó con la política de Juan Manuel de Rosas y más allá de lo que dice David Rock en cuanto a que había pedido un subsidio al gobierno británico en 1845[5], el padre Fahy, a raíz de un artículo crítico aparecido en la Dublin Review contra el gobernador de Buenos Aires, escribió una carta en la que decía:
“No sin grande sorpresa y pesar he leído un libelo publicado en Dublin Review, calumniando con todo género de falsas suposiciones la política y los actos del Excmo. Sr. Gobernador Brigadier D. J. Manuel de Rosas. Este recto magistrado, que extiende tanta y tan ilustrada protección a todos los habitantes de este país que ha restablecido el imperio del orden y el esplendor de la Religión Católica, es vilipendiado en aquella producción con mucha injusticia y tergiversación de los sucesos ocurridos en esta República. Creo llenar un deber de conciencia y de gratitud hacia este país y su gobierno, explanando mi juicio y mi testimonio”.
Su labor pastoral
El padre Fahy fue tomando conciencia de que para una debida asistencia espiritual eran necesarios más sacerdotes. Entonces convino con la dirección del All Hallows College, el Colegio de Todos Los Santos de Dublin, que se dedicaba a la preparación de sacerdotes para diócesis extranjeras en donde escaseaba el clero nativo, el envío de prelados para ayudar en su misión[6]. Y así entre 1859 y 1868 se incorporaron 12 sacerdotes para atender a los irlandeses radicados en la Argentina[7].
También consiguió que se instalaran entre nosotros la congregación irlandesa de las Hermanas de la Misericordia, que se hicieron cargo del sanatorio irlandés y un pensionado
Con un préstamo que consiguió fundó una escuela de varones en la manzana de las actuales calles Callao, Tucumán, Lavalle y Rio Bamba. Como no funcionó debidamente decidió transferirlo a los jesuitas, y lo que fue su escuela es hoy el Colegio del Salvador.
También fundó un orfanato para niñas irlandesas, que sería el origen del colegio SantaBrígida, que evoca a la santa patrona de Irlanda.
Estuvo entre los fundadores de la primera conferencia vicentina argentina establecida en la Iglesia de la Merced en 1859, que fuera promovida por del marino francés Julio André Fouet, Félix Frías, Luis Frías, Felipe Llavallol, Eduardo Carranza Viamonte, Teodoro Alvarez, Alejo de Nevares, Ezequiel Ramos Mejía, Pedro Rojas, Pedro Pereyra, Juan Jacobé, Mariano Martínez. Al año de instalada el padre Fahy señalaba
La Sociedad de San Vicente de Paul ha sido introducida recientemente y se ha ganado de inmediato la simpatía pública. Será la ruina de la sociedad masónica[8].
Las Islas Malvinas
Las usurpadas Islas Malvinas tenían una población mayoritariamente protestante, pero había una minoría católica, especialmente irlandesa, formada por soldados, agricultores y pastores de ovejas, que no tenían una debida asistencia espiritual.
Entonces se dirigieron en busca de ayuda a las autoridades de la Sagrada Congregación de Propaganda Fide y al vicario apostólico de Londres, quienes les contestaron que las islas dependían eclesiásticamente del obispado de Buenos Aires, dato muy interesante vinculado con la disputa sobre la soberanía.
El Prefecto de la Congregación transmitió la inquietud de los isleños al obispo Mariano José de Escalada, quien pensó inmediatamente en el padre Fahy. El infatigable dominico tomó muy en serio la petición y puso manos a la obra.
Según consta en una carta del obispo de Buenos Aires, el padre Fahy visitó las islas y siguió ocupándose de los intereses de los católicos allí presentes con mucho empeño[9].
El padre Fahy les recomendó a los católicos malvinenses que tuviesen una capilla y un cementerio propio, pero esto último no fue aceptado por quienes ejercían el poder en las islas. Entonces reunieron fondos como para adquirir un terreno para el templo y como el titular de la propiedad debía ser un súbdito inglés el obispo Escalada dispuso que fueran los padres irlandeses Fahy y Santiago Curran sus dueños. La escritura se firmó en Montevideo el 18 de marzo de 1861 y años más tarde se erigió la capilla dedicada a la Virgen María, bajo la advocación de Stella Maris, la protectora de los marinos[10].
Pero las necesidades eran muchas y los católicos sufrían el aislamiento. Nuevamente recurrieron a la Congregación de Propaganda Fide y esta congregación en 1867 le volvió a requerir a monseñor Escalada que enviara sacerdotes a las islas, aludiendo al padre Fahy cuyo celo conocían.
Finalmente, en 1875 y tras la muerte del gran capellán irlandés, la propia Congregación de Propaganda Fide envió a las islas al padre Santiago Foran, también irlandés, adscripto a la diócesis de Hoxam en Inglaterra. Estuvo en el territorio insular hasta 1886 en que fue encomendada a la misión salesiana de la Patagonia[11].
Muerte del Almirante Brown
Como era de esperar Fahy trabó una amistad íntima con el almirante Brown. Lo visitaba habitualmente en su quinta sobre la actual avenida Martín García frente a Parque Lezama. Tan cercanos fueron que el viejo marino le cedió toda la documentación que por años había atesorado para que en un futuro escribiera su biografía.
El 27 de enero de 1857 fue quien le suministró los últimos sacramentos al almirante, quien moriría el 3 de marzo.
El 2 de marzo un oficial de marina le informó al gobernador bonaerense Pastor Obligado que Brown estaba agonizando. Entonces envía a su hijo a que buscase al padre Fahy.
El capellán de los irlandeses lo asistió espiritualmente, estuvo a su lado en el momento de la muerte y transmitió la noticia al coronel Bartolomé Mitre, ministro de Guerra y Marina.
Él fue, señor ministro, un cristiano cuya fe no pudo conmover la impiedad, un patriota cuya integridad la corrupción no pudo comprar, y un héroe a quien el peligro no pudo arredrar,
Brown fue enterrado en la Recoleta con los honores oficiales correspondientes; hizo el elogio fúnebre el coronel Mitre y el padre Fahy recitó las oraciones rituales[12].
Frente al cólera y la fiebre amarilla
Cuando Buenos Aires fue azotada por las epidemias del cólera en 1867 y la de fiebre amarilla en 1871, en el que murieron más de 15.000 personas, la mayor parte en los barrios de San Telmo y Monserrat. En esas trágicas circunstancias, el padre Fahy junto a las hermanas de la Caridad redobló sus esfuerzos en beneficio de la comunidad[13].
El 16 de febrero de ese año concurrió a darle el último sacramento a una mujer italiana que agonizaba, a pesar de las advertencias de evitar todo contacto debido a la enfermedad. Le sobrevino la muerte en la madrugada del 20 de febrero a los 67 años. Se cumplen este año 150 años
Si bien las crónicas afirman que falleció víctima de la fiebre amarilla, hubo dos médicos que aseguraron que hacía años estaba enfermo del corazón. Durante un mes, los irlandeses radicados acá, llevaron una cinta negra en su brazo en señal de duelo, y con el tiempo varias instituciones educativas y deportivas en diferentes puntos del país, evocarían su nombre.
Cuando murió tal como se acostumbraba en esos meses devastadores de la fiebre amarilla juntaron sus ropas y sus pocas pertenencias, y las quemaron. Y en esa fogata también desaparecieron los papeles que el viejo marino le había confiado paraescribir su biografía. Fue enterrado en el panteón del clero en el cementerio de la Recoleta.
Santiago O Farrell señaló que el padre Fahy murió como vivió; en una oportunidad había dicho que no necesitaba más que un saco y los recursos indispensables para el sustento diario[14].
Su vecino Pastor Obligado destacaba que la casa en donde vivía pertenecía al señor Arsmtrong, uno de los curadores junto a Miguel Duggan, que se encargaron de sus escasas pertenencias, que se la prestaba gratuitamente[15]. Hoy la tumba del almirante Brown está colocada justo frente a la de su amigo, en el cementerio de la Recoleta.
[1] Elisa Palermo, “Usos del pasado e identidad entre un grupo de desciendes de inmigrantes irlandés de Buenos Aires. Una lectura a partir de dos héroes culturales” Avá. Revista de Antropología, Universidad Nacional de Misiones, nº11, (julio de 2007).
[2] El primer capellán de los irlandeses en estas tierras fue el padre Edmundo Burke, quien falleció el 12 de enero de 1826. Tras su muerte la colonia hiberno-argentina pidió al arzobispo de Dublin un reemplazante. Fue enviado el jesuita Patricio Moran, quien llegó en febrero de 1829, pero antes de un año murió. El nuevo capellán fue el padre Patricio O Gorman, quien ejerció su misión durante dieciséis años desde 1831 hasta su muerte en 1847; es decir que convivió con el padre Fahy tres años. Santiago M USSHER. Padre Fahy. Biografía de Antonio Domingo Fahy O.P., Buenos Aires, 1952, pp. 21-26; Juan Santos Gaynor, Noticias del padre Fahy, Buenos Aires, 1940; El padre Fahy. Su obra en la Argentina, Buenos Aires, 1943.Miguel Hangel González, El padre Fahy y los cien años de la capellanía irlandesa en la Argentina, Exaltación de la Cruz, 1956.Antonio Zinny, Estudios biográficos, Buenos Aires,. Hachette, 1958.
[3] Sufrió de chico las leyes draconianas contra los católicos vigentes en las tierras dominadas por los ingleses. Faltaba un tiempo para la Emancipación Católica de 1829, que supuso la derogación parcial de aquéllas leyes; los estudios primarios y secundarios los recibió en su casa de maestros católico. Fue ordenado sacerdote en Roma en 1831 y tres años después se dirigió al Estado de Ohio en Estados Unidos. Debido al quebrantamiento de su salud debió regresar a Irlanda dos años más tarde. Ya recompuesto aceptó emigrar a la Argentina ante el pedido de los irlandeses radicados aquí que solicitaron ayuda al arzobispo de Dublin. Santiago M. USSHER, Los capellanes irlandeses en la colectividad hiberno-argentina durante el siglo XIX, Buenos Aires, 1954, pp. 35-36. Hilaire BELLOC, Historia de Inglaterra, tomo II, Dictio, Buenos Aires, 1980.cap XIV.
[4] Santiago M. USSHER, Los capellanes…, p. 130.
[5] David Rock, “La otra Vuelta de Obligado”, La Nación, 6 de diciembre de 2010
[6] Los seminaristas no se ordenaban hasta que fuesen aceptados por el obispo a donde eran destinados. En el caso de Buenos Aires la disposición canónica fue cumplida por Miguel García Vicario capitular en sede vacante tras la muerte de monseñor Mariano Medrano
[7] Santiago M. USSHER, Los capellanes…, pp. 41-43.
[8] Santiago M. Ussher, Padre Fahy…, p. 135.
[9] Bernardo Rodríguez, “El piloto del viaje sin retorno de nuestro gran Almirante”, Boletín del Centro Naval, vol. XCII, nº 700 (julio-septiembre de 1974), p. 338.
[10] El primer sacerdote que visitó las Islas Malvinas fue el padre Lorenzo Kirwan en la década del cincuenta del siglo XIX. Por 1865 o 1866 consta que estuvo allí el padre Patricio Dillon, quien administró el sacramento de la confirmación a muchos católicos isleños. Santiago M. Ussher, Padre Fahy…, p. 69.
[11] Ídem, p. 70.
[12] Santiago M. USSHER. Padre Fahy…, pp. 86-88. Mitre, siendo presidente lo nombró canónigo honorario de la Catedral de Buenos Aires en 1865
[13] Jorge Daniel Lemus, “A 150 años de la epidemia de fiebre amarilla en Buenos Aires”, La Nación, 27 de septiembre de 2021.
[14]Juan Santos Gaynor, Noticias del padre…, pág. 22.
[15] Ídem, pág.22.