Por Germán Masserdotti para La Prensa
Hace unos meses, salió publicado un libro titulado Derecho, cultura jurídica e instituciones argentinas, siglos XVI a XIX. Los tres siglos monárquicos de nuestro pasado (Buenos Aires, Educa, 2021). Sus autores son Alejandro A. Domínguez Benavides y Eduardo P. M. Ventura. La publicación merecería una reseña aparte. Lo que ahora nos importa destacar es un texto que ellos rescatan y que oficia a modo de proemio.
Domínguez Benavides y Ventura citan un fragmento del discurso pronunciado por el académico Miguel Angel Cárcano en la sesión del 9 de septiembre de 1969 a propósito de la recepción pública del académico de número D. Raúl de Labougle. Dice Cárcano en la cita evocada por los autores: “A través de España hemos heredado la cultura del Mediterráneo, creada por las naciones más inteligentes, ingeniosas y sensibles de Europa. El pensamiento griego, las instituciones romanas, la religión cristiana, la industria y la ganadería árabe, el régimen jurídico y las especulaciones del espíritu, son sus mejores realizaciones (…) La historia de la conquista, la colonización y el virreinato, son trescientos años de historia argentina (…) Ningún historiador serio pretende que la historia comience en 1810”.
CONCEPTO DE HERENCIA
El texto anterior, para ser exprimido, requeriría una nota más extensa. Apuntemos, ahora, algunas ideas. En primer lugar, el concepto de herencia. Los argentinos somos herederos de España. Así es, señores. Argentina no se explicaría sin la presencia de España en América. Es un hecho e información histórica. Resulta un dato inconmovible. Podrá ser timbre de gloria para los hispanistas como quien escribe esta nota o motivo de odio, de indiferencia o de lo que fuera para los que quieren sacudir los orígenes de la historia patria. Facts are facts, dicen los yankees. En este caso, no meras factualidades porque, a su vez, este hecho está preñado de riquísimas virtualidades que, con el correr del tiempo, fue dando frutos de civilización. Los argentinos no descendemos de los barcos del siglo XX, por favor. En todo caso, sí de los del siglo XVI. Por considerar un hecho, tanto histórico como, a la vez, simbólico, podríamos apuntar el 1º de abril de 1520, fecha en la que, en el contexto de la expedición de Hernando de Magallanes y de Sebastián Elcano con el apoyo de la Corona Castellana, fray Pedro de Valderrama, capellán de la expedición, celebró en San Julián (nuestra actual provincia de Santa Cruz), la primera misa en territorio patrio. Lo hizo en la Solemnidad del Domingo de Ramos.
CULTURA FUNDACIONAL
En segundo lugar, a partir de esta herencia hispánica se configura nuestra cultura fundacional. Bastaría recordar que, a contrapelo del orgullo porteño que se cree el ombligo de la Argentina, ella se vincula, estrechamente, con la corriente de población proveniente del Perú. Como señala el P. Cayetano Bruno en su Historia Argentina: la segunda corriente civilizadora -antes había mencionado a la del Río de la Plata y Paraná- es “la de la región así llamada del Tucumán, proveniente del Perú. Como descubrimiento reconoce su origen en 1536 con la expedición de Diego de Almagro a Chile. La ocupación comenzada por Diego de Rojas en 1543 y la efímera fundación de Medellín a principios del siguiente año, se consuman con Juan Nuñez de Prado y la fundación de la ciudad viajera del Barco de Avila, que sólo llega a estabilizarse en 1553 con Santiago del Estero y el conquistador Francisco de Aguirre”.
Gracias a España heredamos, como afirma Miguel Angel Cárcano en el texto que citan Alejandro A. Domínguez Benavides y Eduardo P. M. Ventura, a Grecia, a Roma y al Cristianismo. Resulta llamativo -agrego de mi parte- que algunos puedan sostener que la Argentina nació en 1810 o que haya habido un exjefe de gabinete de una administración nacional fracasada que haya dicho que era una de las cosas chiquitas pero simbólicas más lindas haber cambiado los próceres con animales porque “es la primera vez en la historia argentina que hay seres vivos en nuestra moneda nacional”.
En realidad, además de otros patriotas como San Martín y Belgrano, deberían figurar otros como Hernandarias. A decir verdad, resultaría un acto de justicia con nuestra cultura fundacional, por cierto, también a contrapelo de lo “políticamente incorrecto”.
Nuestra Patria, bautizada un Domingo de Ramos y que padece un Viernes Santo sin fin aparente, espera su Resurrección. La falsa solución de la presente crisis es la promesa de un futuro que no llega porque se busca remediarla olvidando nuestro pasado. Volvamos los ojos a nuestra historia que no comienza, por cierto, en 1810 sino mucho antes.