Oppenheimer: los peligros de querer ser más que una película

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                                                             Por Alejandro Benavides (h) para Revista Argentina (Tercera Época)

Drama. Reino Unido, Estados Unidos, 2023. 180′, SAM 13. De: Christopher Nolan. Con: Cillian Murphy, Robert Downey Jr., Matt Damon, Emily Blunt, Florence Pugh. Salas: IMAX, Showcase Belgrano, Hoyts Abasto, Cinemark Palermo, Cinépolis Recoleta y Pilar.

La nueva película del consagrado director Cristopher Nolan es un éxito mundial. Nolan es hoy por hoy, un nombre importante en el mundo cinematográfico. Sus filmes son reconocidos por las tramas complejas, los cambios en la línea temporal, lo real y lo no real.

En esta nueva entrega, el director de filmes como The Prestige o Memento y por su recordado trabajo: la trilogía Batman, con su cámara transita el camino recorrido por Julius Robert Oppenheimer (1904-1967) -conocido como el padre de la bomba atómica-, su vida personal, preocupaciones y dramas existenciales que se entrecruzan con la participación en uno de los acontecimientos más fuertes y terribles de la historia moderna. El guion está basado en la biografía Prometeo Americano, escrita por Kai Bird y Martin J. Sherwin, ganadora del Premio Pulitzer 2006.

Oppenheimer es innegablemente una película de Nolan. Su estilo está marcado por la impronta del director estadounidense. Vuelve a caer en los clichés de sus últimas entregas haciendo ese triste juego de mostrar una historia más compleja de lo que es.  El filme subraya insistentemente que estamos frente a un hecho histórico -al igual que en su olvidable Tnet– como si el espectador no hubiese entendido, hace una exagerada explicación de la trama que de tan reiterativa aburre.

En cuanto a las actuaciones no logran calar en el interior de los personajes, por ejemplo, resume los demonios que está viviendo Oppenheimer con planos cerrados de los ojos perturbados de Cillian Murphy. Los personajes secundarios son simples marionetas en esta historia. Aparecen, conocen a Oppenheimer, le dicen un par de palabras en tono mítico y expiran en la trama, agregando bocados extra-dramáticos en la historia.

Nos parece que Nolan es de los que piensa: “estoy haciendo una obra maestra” una actitud pretenciosa, reiterada en la mayoría de sus películas. El protagonista recorre el camino del héroe malogrado, acompañado de música épica, parlamentos exagerados, repite una y mil veces lo que están haciendo y las consecuencias que eso va a traer al mundo; los símbolos como el fuego (que necesita de una llama en más de una escena para mostrarlo), la fotografía por sobre la narración, convirtiendo a la película en una ameba repetitiva.

Ahora bien, es innegable que la película le está gustando y mucho, a gran parte de la comunidad cinéfila. Y está bien. Es una entrega imponente por parte de Nolan. Un circo cinematográfico con efectos visuales y  sonidos que invaden la sala que, seguramente, es lo que mucha gente busca para divertirse a la hora de ver cine, pero está muy lejos de cubrir las necesidades de otros espectadores.

No dudamos de las cualidades de Nolan como director de cine, pero nos parece que vuelve a fallar, una vez más, en su manera de narrar la historia. Otra vez…