Por Alejandro A. Domínguez Benavides para La Prensa
‘Entre Piazzolla y Ravel’. ‘Bolero’, de Ana María Stekelman. ‘Ahí viene el Rey’, de Ana Itelman. ‘Estaciones porteñas’, de Mauricio Wainrot. Música: Maurice Ravel, Astor Piazzolla. Por: Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín. Dirección: Andrea Chinetti. Reposición coreográfica: A. Chinetti, Diego Poblete, E. Rodríguez, M. Buchelli. Vestuario: Renata Schussheim, Centro de Vestuario CTBA, Carlos Gallardo. Iluminación: Alberto Lemme. Hasta el domingo en el Teatro Presidente Alvear.
El programa con el que cierra la temporada el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín se podría decir que no es novedoso. Pero, ¿por qué debería de serlo? Con muy buen criterio, Andrea Chinetti y Diego Poblete -exintegrantes en distintos momentos del Ballet- han exhumado tres obras fundamentales de nuestro patrimonio coreográfico que se ofrecen al público argentino en pocas funciones y que abrirán la temporada 2025 del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, de Bogotá, Colombia.
Se coincide con los repositores en que volver a presentar estas obras es un desafío emocionante y enriquecedor. “Su tarea -como ellos afirman- desentrañó las capas de significados y emociones que subyacen en cada movimiento”.
Y eso se advierte en ‘Bolero’, de Stekelman, montado en sus orígenes para su compañía Tangokinesis y que luego se transpuso para el Ballet del San Martín. En esta ocasión se experimenta la sensación de que la obra vuelve a vivir, pero de otra manera. Si bien Stekelman no participó en el montaje, lo hacen los asistentes del Ballet. Sabemos que fue a un ensayo e hizo algunos enriquecedores comentarios a bailarines que quizá nunca lo bailaron y que lo ofrecen a un público que también se renueva.
Para muchos se congregan en esta pieza los fantasmas inolvidables de Maurice Bejart y Jorge Donn, quien popularizó el tema en el filme ‘Los unos y los otros’, de Claude Lelouch. Más cerca en el tiempo, la versión coreográfica de Shahar Binyamini -estrenada en 2022 por el Ballet BC de Canadá, que se pudo ver este año en el Teatro Colón- coincide con la creación de Stekelman en lo esencial, la constante repetición marcada por novedosas significancias que van surgiendo de la íntima comunicación entre la música escrita hace casi cien años y los dibujos que trazan los bailarines sobre un escenario a media luz.
CONVERGENCIA
En ‘Bolero’ hay, además, un juego de fuerzas solitarias que se van sumando. Individualidades que, como los instrumentos musicales, convergen en una expresión totalizadora que contagia y nos hace soñar con una comunidad de ideales nobles traducidos en un lenguaje de fusión.
Ese fervor se quiebra con la soledad de ‘Ahí viene el Rey’, interpretado en el primer reparto por Lautaro Dolz y en el segundo, por Antonella Zanutto. Este solo formó parte de ‘Ciudad nuestra, Buenos Aires’, espectáculo creado por Ana Itelman para el Ballet del San Martín en 1968. Su fuente inspiradora fue ‘Poeta al pie de Buenos Aires’, de Fernando Guibert. Allí integró el tango, la danza moderna y la poesía. Itelman utiliza vacíos y silencios en este trabajo. Poseedora, como alguna vez la describió Oscar Araiz, “del don coreográfico-cinematográfico de compactar el tiempo, de expandir el espacio y sumergirnos en zonas imposibles de medir con instrumentos convencionales”. Estas palabras se espejan en esta obra bien porteña, melancólica, triste, acompañada por los sones de ‘Canto de octubre’, de Astor Piazzolla, que profundiza el clima que nos traslada a una ciudad brumosa fundada a orillas de un río inmóvil.
El bailarín o bailarina danza con el chambergo que tapa la mitad de la cara. Una coreografía limpia que parte de lo sencillo, de lo cotidiano, hasta hacernos acceder a lo simbólico y mitológico.
La inclusión de Ana Itelman en este programa es esencial. De los tres coreógrafos, ella fue la pionera de la danza contemporánea en nuestro país. En 1952 creó una escuela y después de estar más de diez años en Nueva York, a su regreso se dedicó febrilmente a la docencia y a la composición coreográfica.
MAS PIAZZOLLA
Un final con la fuerza del comienzo ofrecen las ‘Estaciones porteñas’, creadas en 1997 para el Ballet del Teatro Colón. Estrenada en Moscú por la primera bailarina del teatro Kirov de San Petersburgo, Ulyana Lopatkina, esta es la segunda de las cuatro obras creadas por Mauricio Wainrot con música de Astor Piazzolla.
La presencia de la mujer y del hombre se multiplican como si se reflejaran en un espejo. Los movimientos sensuales de los bailarines de tango rompen duplicidades. Con la cadencia femenina y el aire compadrito con que podrían bailarse ‘El choclo’ o ‘La cumparsita’ se buscan, se entrelazan y tal vez se enamoran con los sones de la música y los pasos de la danza que no conocen clasificaciones intelectuales y se dejan llevar por el sentimiento.
He aquí un programa ideal para acercarse al mundo de la danza y quedarse en él para siempre. Un homenaje a Piazzolla y Ravel y a tres grandes creadores que han contribuido tanto a entrelazar a la danza como un arte que hace pensar y que conmueve.
Calificación: Excelente