Cuidemos al papado

De Francesca a Beatrice, pasando por Victoria
8 octubre, 2025
Una aproximación a la música universal con humor y reflexión
6 noviembre, 2025

Por Germán Masserdotti para Religión en Libertad

El papado es el principio y fundamento visible de la unidad de fe y de comunión de la Iglesia. Esta afirmación es una enseñanza perenne y forma parte de una célebre oración que comienza así: “Oremus pro pontifice nostro…”.

Puede advertirse, entonces, la importancia que tiene el papado en la vida de la Iglesia. Es necesario destacar el carácter unitivo que comporta. En poco espacio, en esa oración se habla de “unidad” y de “comunión”: unidad de la fe y comunión de la Iglesia.

En tiempos de paz, que nunca los tuvo la Iglesia, es fácil exponer la sana doctrina. Otra cosa es cuando el ambiente es de controversia. En este último caso, no alcanza con la propuesta de la ortodoxia sino que se requiere la defensa de la misma. Como puede apreciarse, se trata de un escenario de batalla. Por este motivo enseña el Apóstol San Pablo: “Combate el buen combate de la fe” (1 Timoteo 6, 12).

A nosotros nos toca vivir la fe católica hoy aprendiendo de los siglos pasados. Vivir la fe es tanto como decir profesarla. Y defenderla. Así, cobra mayor importancia que cuidemos al papado. No es algo optativo porque hacer tal cosa es tanto como cuidar la misma fe.

Cabe, entonces, explicar algo mejor qué significar cuidar o, todavía mejor, “defender al papado”. 

Podrían ensayarse consideraciones teóricas al respecto. En este momento seamos prácticos:

  • Rezar y mortificarse por la fidelidad de los Papas a su misión. La primera de estas acciones suena amable. La segunda, repugnante al espíritu moderno. Deberíamos contemplar la vida de los pastorcitos de Fátima para advertir que la una (la oración) está íntimamente a la otra (la mortificación). El mejor obsequio que podemos hacerle a los Papas (hoy León XIV, antes Francisco, y así remontando los años) es oración y penitencia. Escribo esta columna el 7 de octubre, Fiesta de Nuestra Señora del Rosario. Una vez acabadas las decenas de esta filial devoción mariana, se acostumbra rezar un Padrenuestro, tres Avemarías y un Gloria “por las intenciones del Sumo Pontífice”.
  • Estudiar la doctrina católica, en particular el “misterio de la Iglesia”. Así puede descubrirse la íntima conexión que existe entre las verdades de la fe y, no menos importante, entre ellas y las verdades de la moral católica. En uno y otro caso se asumen, inteligentemente, las verdades naturales en el orden especulativo y práctico. Estudiando el “misterio de la Iglesia” puede verse que el papado es, justamente, el principio y fundamento visible de la unidad de fe y de comunión de la Esposa de Cristo. La Iglesia es una en la fe, en el culto y en el régimen de gobierno. El principio de esta unidad es la profesión del mismo depósito de la fe. Los Papas, entonces, deben transmitir y defender la misma fe de los apóstoles a lo largo de las generaciones.
  • Opinar con espíritu de fe y con sentido común sobre la vida de la Iglesia. Tal vez no es muy conocido uno de los cánones codificado en el Código de Derecho Canónico promulgado en 1983 y actualmente vigente. El inc. 3 del canon 212 dice: los fieles cristianos tienen “el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestarla a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas”. De esta manera puede verse que ejercer el derecho de opinión, a veces, se convierte en un deber. ¿Cuántas veces, debidamente preparados, nos tocó decir una palabra para iluminar situaciones confusas, y no lo hicimos para no desagradar o por temor a la represalia de una autoridad eclesiástica? Los Papas también necesitan de una opinión pública en la Iglesia que los conforte en su misión de confirmar a todos los fieles cristianos en la fe. Los modernistas son unos desvergonzados ¿y nosotros no vamos a decir ni una palabra?

Otras propuestas podrían pensarse para cuidar el papado en la Iglesia católica. Vuelvo, nuevamente, sobre la oración y la mortificación. Se trata de acciones discretas, la mayor parte de las veces, pero eficaces. Nuestro estudio y nuestra palabra púbica necesitan ser alimentadas por ellas que son, al fin de cuentas, como el alma para el cuerpo.

Los Papas necesitan, no aduladores ni seguidores serviles, sino almas rezadoras y penitentes que profundicen en el estudio de la fe y se animen a hablar “oportuna e inoportunamente” (cf. 2 Tim 4, 2) movidos por la caridad, auténtico vínculo de la unidad.