

Por Olga Fernández Laotur de Botas especial para Revista Argentina (Tercera Época)

Francisco, nuestro Sumo Pontífice, por la Carta Apostólica Patris Corde, ha convocado a la feligresía católica a honrar especialmente este año a San José y reconozco que, al saberlo, mis primeros pensamientos estuvieron asociados a recuerdos de Navidades de la infancia, a villancicos en los que la figura de San José aparecía siempre junto a la de la Virgen María y ambos unidos en la contemplación del Niño Jesús.
La Sagrada Familia, como núcleo de una fiesta de tablas que se ubica dentro de la octava de Navidad, es, en el catolicismo, una celebración que invita a evocar a San José, esposo de la Virgen María y al Niño Jesús especialmente en medio de las tribulaciones que tuvieron que sufrir por la persecución de Herodes. La Iglesia muestra a la Sagrada Familia como ejemplo de que el amor puede más que la muerte, la pone como reflejo terreno de la Santísima Trinidad y ejemplo sublime de toda familia humana.
Los villancicos, sencillos cantos navideños de origen español que en América se adoptaron y adaptaron generando formas nuevas e integrándose al folklore de las distintas comunidades, hablan de San José. A veces son coplas que lo muestran colaborando con María en quehaceres del hogar:
María lavaba / los blancos pañales,/ San José tendía/ por los romerales.
María lavaba, / San José tendía/ y el Niño lloraba/ del frío que hacía.
En el portal de Belén/ hay estrella, sol y luna, / la Virgen y San José/ y el Niño que está en la cuna.
Otras hay en que se menciona anacrónicamente a la cruz:
San José era carpintero/ y la Virgen panadera/ y el Niño lleva la cruz/ porque ha de morir en ella.
San José y la Virgen/ y Santa Isabel/ iban por las calles/ de Jerusalén/ preguntando a todos/ si han visto a Jesús./ Todos les responden/ que ha muerto en la cruz.
Otras veces son partes de romances o romancillos más extensos, tan incorporados a la memoria popular que abundan en datos parahistóricos pero plenos de amor y belleza, como el que comienza:
La Virgen y San José/ iban a una romería./ La Virgen va tan cansada/ que caminar no podía./ Cuando llegan a Belén/ toda la gente dormía./ -Abra la puerta, portero/ a San José y a María./ -Estas puertas no se abren/ hasta que amanezca el día./ Se fueron a guarecer/ a un portalito que había./ Entre la mula y el buey/nació el Hijo de María /…/
O el que canta:
Iba caminando/ la Virgen María/ a San José lleva/en su compañía./ ¡Compañía más dulce/ no se ha de encontrar!/ …/
O el conocido como “La Fe del ciego”, que comienza:
Camina la Virgen pura/ caminito de Belén,/ como el camino es tan largo/ al Niño le ha dado sed/ “No bebas agua, mi Niño,/ no bebas agua, mi bien,/ que las aguas bajan turbias/ y no se deben beber”/ Adelante, en el camino/ hay un lindo naranjel, / el dueño de las naranjas/ es un ciego, que no ve./ “Ciego, dame una naranja/ para al Niño entretener”/ “Pase usted, Señora y tome / las que sea menester” La Virgen, como era corta, /no tomaba más que tres,/ una se la ha dado al Niño,/ otra le dio a San José/ y la tercera la guarda/ para en el camino oler /…/.
San José, esposo de María, fue por voluntad divina, padre putativo de Jesús, es decir considerado tal, reputado como tal. Vale recordar que, de esta forma en que se denominaba en latín a San José, Pater Putativus, y de su abreviatura de uso frecuente “P.P” proviene el usual hipocorístico Pepe, que les fuera aplicado familiarmente, entre nosotros, no sólo al Libertador José de San Martín, sino también al autor del “Martín Fierro”, don José Hernández, además de vigente para tantos Pepes y Pepas (por Josefas) de nuestra amistad y conocimiento.
San José tiene dos días de fiesta particular en el calendario litúrgico: la del 19 de marzo “San José, casto esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal” en que celebramos también el Día del Artesano, y la del 1º de mayo “San José Obrero, patrono de los trabajadores”.
Pero pasando a la figura de San José en la cultura tradicional argentina quisiera traer a cuento la existencia de una celebración localizada en el pueblo de Abra Pampa, provincia de Jujuy, que fue documentada por primera vez por la doctora Ana Biró de Stern y publicada en su trabajo “Supervivencia de elementos mágico indígenas en la Puna Jujeña” (América Indígena, Vol. XXVII, Nº 2, abril 1967). Bajo el subtitulo de “Invenciones en honor de San José” la autora refiere que, bajo este nombre, que califica de curioso y que, agregamos, es antiguo, se “pasa fiesta”, en fecha variable dentro de los meses de enero y febrero, a una pequeña imagen pintada del Santo, obra de arte en estilo cuzqueño ejecutada sobre lámina de metal, cuyo hallazgo por parte de una mujer de la vecina localidad de La Isla la ha dotado de una ya tradicional leyenda. La imagen tiene su santuario custodiado por un feligrés que se considera su “esclavo” pero cada año, dentro de las fechas antedichas, es llevada a la iglesia de Abra Pampa donde se celebran misas en honor de San José, tantas como los devotos han pedido, y concluida esta instancia, se conduce nuevamente la imagen a su santuario en solemne procesión. Pues bien, el día de la “devolución del santo” las puertas del solar y el oratorio se adornan con arcos de flores naturales y allí actúan las “invenciones en honor de San José” que son danzas ejecutadas por tres grupos de devotos. Estos son:
-El grupo de los cuartos. Ocho o diez parejas de mujeres con mujeres y varones con varones vestidos con sus ropas domingueras, que portan, cada una, medio corderito con su lana intacta, que, mediante fuertes tirones ceremoniales se deberá descuartizar.
-El grupo de los suris. Que comprende a un adulto como maestro o dirigente y diez muchachos de siete a diez años de edad, adornados con plumas de suri (avestruz americano), ya de color natural, ya pintadas de rojo o azul, cada uno con un bastón en la mano derecha y un sonajero atado a la rodilla.
-El grupo del toro y los caballos. Compuesto por tres jóvenes uno de ellos con una máscara de toro en la cabeza y los otros dos que llevan, atadas a la cintura, sendas cabezas de caballo talladas en madera y con una rienda de lana trenzada que el jinete toma con su mano izquierda. En la misma mano llevan una banderita blanca en una de cuyas esquinas están bordadas las iniciales del Santo mientras que en la mano derecha llevan un cuchillo de madera y un pequeño rebenque. Los jinetes visten camisa colorada y polleras rústicas sobre sus pantalones. El toro lleva su traje dominguero.
Las descripciones de estos rituales, que aparecen también en otras fiestas del área y son dignos del mayor interés para estudiosos de nuestros días, exceden el espacio de este breve homenaje al patriarca San José.
Sólo he querido presentar algunas, no todas porque otras hay, de las manifestaciones colectivas tradicionales que nuestras comunidades regionales han dedicado, y en algunos casos mantienen, para honrar a San José, el Santo que más topónimos hagiográficos posee en la Argentina, que, este año, nos ha sido propuesto por el Vaticano como eje y objeto particular de nuestra devoción.