Tiempo de mujeres: construir la paz y humanizar la política

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Por Bernardita Bordon para Revista Argentina (Tercera Época)

Hildegarda Burjan

Transitamos un tiempo en el que el tema de la mujer cobra gran relevancia, su aporte y su rol son fundamentales para la sociedad en todas sus dimensiones.

Al mismo tiempo, somos testigos de que las problemáticas sociales son cada vez más complejas y estos escenarios exigen respuestas creativas ante una realidad que aparece inabordable (y frustrante) y recursos aparentemente escasos.

Paralelamente estas dos apreciaciones presentan múltiples desafíos para las mujeres. Primero, la necesidad de contar con liderazgos que logren escuchar las verdaderas necesidades de las mujeres, sin atarse a agendas ni banderas ideológicas.

Sólo basta ver  los escandalosos índices de pobreza y a la vulnerabilidad a la que están expuestas mujeres y niños para entender que la pretendida igualdad por la igualdad misma termina en un eufemismo y paradójicamente, no sólo no da respuestas a los problemas reales sino que  la desdibuja de su esencia.

Por otro lado, se desprenden otros desafíos como: ocupar espacios de decisión y ejercer esos el liderazgo sin perder la impronta del genio femenino; trabajar por los más desprotegidos y promover la vida siempre como un bien, siempre;  no claudicar en el intento de fortalecer la familia como agente de desarrollo de la sociedad y luchar por el derecho de poder trabajar y conciliar las etapas vitales de la vida de la mujer (sin que ello sea motivo de desventaja o discriminación).

Insistir en el paradigma de la complementariedad  en donde no hay vencedores ni vencidos; Construir agendas para la equidad, donde todos puedan desarrollarse según las reales necesidades; Volver a las bases y fortalecer sus liderazgos, las líderes comunitarias que sostienen los barrios, aquellas que forjan la urdimbre de redes invisibles de los barrios trabajando al lado de los más carenciados y muchas veces los que quedan al margen.

Por lo anterior, es imprescindible no caer dos trampas: en un idealismo imposible de alcanzar y seguidamente en un pesimismo irreversible. Por ello, es preciso ir al encuentro de mujeres faro, mujeres que traspasaron las fronteras de su tiempo, sortearon obstáculos y a pesar de las dificultades dejaron huella e inspiran a seguir.

Todo eso y mucho más, tienen en común Hildegarda Burjan, Mamá Antula, Concepción Arenal y Teresa de Calcuta. En todas encontramos “el genio femenino”, ese que hacía referencia Juan Pablo II, genio que se manifiesta “en una pro­fun­da sen­si­bi­li­dad an­te el su­fri­mien­to hu­ma­no, en la de­li­ca­de­za, en la aper­tu­ra y en la dis­po­ni­bi­li­dad pa­ra ayu­dar al pró­ji­mo y en otras cua­li­da­des pro­pias del co­ra­zón de una mu­jer”.

Mamá Antula

Se trata vocaciones puestas al servicio de los demás, que experimentan la compasión frente al dolor de los sufrientes y que en medio de una realidad que interpela se conmueven y mueven a la acción.

Hildegarda Burjan, laica, política austríaca, filosofa, madre, esposa y de gran vocación social. Fue la primera parlamentaria  beatificada por la Iglesia católica y una de las primeras mujeres de su tiempo en estudiar filosofía. Se dedicó a trabajar por los más desfavorecidos desde lo social y luego como diputada promovió la ayuda integral a embarazadas y madres con sus niños desamparados. Era tenaz y de una gran capacidad organizativa, capaz de tender puentes y lograr consenso aún con los que se encontraba en las antípodas, manteniendo siempre principios y convicciones. Atravesó por el oscuro momento de un embarazo que puso en riesgo su vida, pesé a todos los pronósticos y pedidos de interrupción,  se aferró a la vida y la abrazó así, como venía. Dio a luz a una niña saludable. Esa experiencia y el drama de una enfermedad renal que casi la lleva a la muerte, fueron cruciales para el resto de su vida.

Concepción Arenal, una mujer de acción y reflexión, escritora y pionera del trabajo social, preocupada y ocupada por los más desprotegidos, desde familias sumergidas en la miseria hasta presos y marginados. Sus obras trascendieron fronteras y tiempo, su vida inspira a la acción y la opción por los marginados.

Concepción Arenal

María Antonia Paz y Figueroa, más conocida como Mamá Antula. Nació en Santiago del Estero, fue jesuita y cuando la orden fue expulsada inició un peregrinar por varias provincias promoviendo los ejercicios espirituales ignacianos. Una mujer, audaz, perseverante y valiente. Su largo caminar llegó hasta Buenos Aires, allí luego de varios intentos logró obtener el permiso para abrir una casa de ejercicios espirituales por donde pasaron varios referentes políticos y sociales del tiempo prerrevolucionario. Su rol no solo fue preponderante en lo espiritual sino que su formación y acción permearon es la cultura de su época.

Agnes Gonxha Bojaxhiu, más conocida como Santa Teresa de Calcuta marcó la historia de la humanidad. Nada se puede agregar de ella que no se sepa. Su entrega fue total, la opción y el trabajo por los más pobres entre los pobres, leprosos y descartados sociales es admirada tanto por creyentes como no. Una mujer de apariencia frágil pero de una fuerza intangible a los ojos del mundo, una mujer extraordinaria, una mujer para la eternidad.

Madre Teresa de Calcuta

Así podríamos seguir con listado de mujeres faro, pero lo cierto que en el anonimato de nuestros días, son miles y miles de mujeres la que con su trabajo diario y desde distintos lugares construyen la paz y  hacen que este mundo sea cada día un mejor lugar para vivir. Sin ir más lejos, las mujeres ucranianas ya sea las que quedaron al frente de sus familias o en el mismísimo frente de batalla hoy son motivo de admiración, y tantas otras que sufren el flagelo de la guerra en el mundo.

Estamos en un tiempo único para las mujeres y para la humanidad toda, una oportunidad de marcar la diferencia. La vida se gasta o se ahorra, y en ese discernimiento, todo se dona, nada nos queda.

La lectura de la cultura nos invita a actuar hoy, a ser audaces sin perder la autenticidad, a ser valientes sin perder el estilo, a ser coherentes sin temor a lo políticamente correcto.

 Y aunque parezca que gane la injusticia, el desamor, el desaliento, el egoísmo, hay que perseverar, tomar fuerzas y seguir adelante; sobre todo cuando reconocemos que formamos parte de una generación de mujeres que tiene en sus manos la posibilidad y responsabilidad de afrontar aquellos desafíos y trabajar por la paz: en la familia, en el trabajo, en la vida comunitaria, la política, la empresa, el barrio. Frente a un mundo que nos dice sálvense quien pueda, es clave salir al encuentro con otros, no quedarnos con el exclusivo y a veces excesivo diagnóstico de lo que sucede, y tomar como modelo a mujeres que con valentía hicieron del mundo un lugar más humano y de la política la forma más alta de caridad. Es el tiempo de las mujeres.