

Por Alejandro A. Domínguez Benavides para Revista Argentina (Tercera Época)

Teatro Colón
Miércoles 19 de julio de 2023
Programa:
Parte I
– En blanc et noir, para dos pianos CD 142 de Claude Debussy
I. Avec emportement
II. Lent. Sombre
III. Scherzando
– Sonata para dos pianos en Re Mayor, K 448 de Wolfgang Amadeus Mozart
I Allegro con spirito
II Andante
III Molto allegro
Parte II
– Danzas sinfónicas para dos pianos, Op. 45b de Sergei Rachmaninov
I Non allegro
II Andante con moto (Tempo di valse)
III Lento assai – Allegro vivace – Lento assai. Come prima – Allegro vivace
Solistas: Martha Argerich Nelson Goerner
Créditos de las fotos: Armando Colombaroli/Prensa Teatro Colón
Calificación: Excelente
Sin perjuicio que las obras elegidas para este concierto son tres viejas conocidas por Martha Argerich. La primera fue grabada en 2015 junto con Stevan Kovacevich en el CD Martha Argerich and Friends live from Lugano 2015, a la Sonata para dos pianos en Re Mayor de Mozart la interpretó junto a Daniel Baremboin y a las Danzas Sinfónicas de Rachmaninov -hay una reciente grabación con el recordado Nelson Freire en el Festival de Salzburgo – el encuentro y las nuevas interpretaciones con Nelson Goerner fue magistral e inolvidable.
La música y los talentos nos hacen olvidar la diferencia de edad y los posibles magisterios que arrastra la experiencia. Escuchar a estos concertistas fue una celebración de la música donde ella fue la protagonista de la noche.
El ímpetu arrollador de Argerich y el estilo mesurado casi ascético de Goerner lograron una combinación realmente poco habitual y rutilante. En En blanc et noir, para dos pianos trasmitieron esa ambigüedad de Debussy que nos es familiar, la escritura se espesa y se expresa en una especie de consecuencialidad redescubierta, el piano es firme y compacto, seco. Para Debussy significó buscar otra pintura y otros colores sonoros en estas tres piezas que, dice, “toman su color y atmósfera únicamente del piano, así como los tonos grises de Velásquez”.

La complejidad se multiplica en las citas epigráficas adheridas a los pasajes y en la elaboración alegórica general (se falsifica el coral luterano “Ein’ feste Burg” del segundo pasaje para simbolizar al enemigo): el primer movimiento escrito en tempo Avec emportement lleva una cita de Romeo y Julieta de Gounod: “Qui reste à sa piace – Et ne danse pas – De quelque disgrace – Fait l’aveu tout bas” en el que se ha podido leer una alusión a los hombres que evaden los deberes militares; los intérpretes fueron capaces de traducir la amargura, esa misma amargura que destiló Debussy en esta obra por verse obligado a mantenerse alejado del frente y que dedicó a su amigo Kussevitsky.
De un modo no muy diferente de lo que le ocurriría cuatro años después a Ravel con La Valse, en los dos teclados de este Capriccio se alternan elegancia, languidez, costuras burlonas y angulosidad que apuntan decididamente hacia el lenguaje del siglo XX. Y que tanto Argerich como Goerner pusieron de manifiesto con un estilo y digitalización perfecta.
El segundo una cita de Villon en memoria del teniente Jacques Charlot, “asesinado por el enemigo” (en el pasaje, en contraste con el coral alemán, también hay una insinuación de “Marsellesa”); finalmente, el último movimiento retoma las palabras de Charles d’Orléans “Yver, vous n’ètes qu’un vilain” y con su dedicatoria a Strawinsky abre nuevos horizontes expresivos, señala lo “surrealista” y “neoclásico” que es se esconde en la obra.
Con la ejecución de la sonata en re mayor para dos pianos de Mozart lograron encantar al auditorio. El primer movimiento se presenta en la forma sonata-allegro característica de la época -1781 es la única escrita en re mayor para dos pianos- en tres secciones. Se abre con un tema enérgico que da paso a un pasaje más suave y a la vez vibrante, el tema secundario es algo introvertido y la sección de desarrollo es típicamente mozartiana en el sentido que tiende más hacia la libre invención. El Andante es una expresión del amor de Mozart por las arias de ópera. El melancólico tema principal fue ejecutado con un refinamiento y un buen gusto digno de antología, fue uno de esos momentos culminantes donde los pianos dialogaron a gran altura. La verdadera unión del dúo expresa una repetida frase superpuesta que va de un piano al otro. Aquí la textura fue cristalina y la propia economía de notas fue un reto para el ingenio tonal de los intérpretes. El movimiento final fue emocionante y de gran felicidad. En sus páginas hay elementos del maravilloso humor de Mozart, incluyendo una sección con aires gitanos, contrastes seductores. El binomio Argerich Goerner logró ofrecer la frescura de este genuino testamento del ingenio pianístico y musical del autor.
La segunda parte del concierto se abrió con las Danzas sinfónicas para dos pianos de Rachmaninov. Una obra que oscila entre la gravedad y la ostentación. Su autor las compuso cuando había terminado su tercera y última Sinfonía. Los ritmos de marcha contrastan constantemente con episodios muy líricos portadores de una enorme carga emocional.
El primer movimiento, simplemente marcado como Non Allegro, no rápido, se suponía que era una danza que representaba el Mediodía; el segundo movimiento, Andante con moto (Tempo di valse), su comienzo nos lleva a un vals que primero tiene algunos problemas para comenzar, pero luego nos aleja, pero aún con vacilaciones que acosan el suave bailar. El movimiento final, que comienza Lento assai, se asemeja a una lucha religiosa. Tenemos el Dies Irae, usado en la Iglesia Católica para las misas de réquiem. La Muerte y la Resurrección dialogan como en la Sonata de Mozart a través de los teclados. La vida siempre triunfa como la buena música cuando no es un disfraz del divismo, del narcisismo, de las individualidades estériles que nunca alcanzan la comunión.
Argerich y Goerner al contrario dieron un ejemplo de estudio y sencillez de ingenuidad y de felicidad auténtica que supieron compartir con nosotros. Sus manos prodigiosas unidas, cuando estaban fuera del teclado, fueron un incontratable testimonio. Dos bises: Bailecito de Guastavino y Scaramouche: Brasileira de Milhaud.
