El biógrafo como prototipo del historiador

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Manuel García Morente

Nota de la Redacción: el fragmento reproducido pertenece a “Ideas para una filosofía de la historia de España”, en Idea de la Hispanidad, Espasa-Calpe, Madrid, 1961, p. 153-154.

De aquí, empero, se derivan para la labor del biógrafo -que es el prototipo del historiador- tres incumbencias esenciales: la fijación de los hechos, su interpretación en la trayectoria total de la vida y la penetración en la esencia profunda de la personalidad biografiada. En toda biografía -en toda buena biografía- deberá, pues, haber, por lo menos, el esfuerzo por satisfacer a estas tres exigencias. A la primera, a la fijación de los hechos, satisface el biógrafo con los conocidos métodos de crítica histórica, encaminados a establecer -como decía Ranke- lo que ‘efectivamente sucedió’. A la segunda satisface el biógrafo con la propia intuición de la continuidad en la melodía de la vida narrada. El biógrafo, merced a su familiaridad constante con los hechos de su personaje, conviviendo, por decirlo así, retrospectivamente con él, ‘metiéndose en su pellejo’, esforzándose por descender intutivamente en el alma del biografiado, logrará más o menos restaurar en su narración la curva continua, la trayectoria melódica de toda su vida. Por último, a la tercera incumbencia, a la definición de la unidad personal sobre que gravita el despliegue de toda esa vida, satisfará el biógrafo mediante un esfuerzo de tipo propiamente filosófico, esfuerzo por hallar la última unidad de esos conjuntos múltiples y separados. La filosofía de la historia de una vida será, pues, precisamente la definición de esa vida, la captación -en la unidad del concepto y del símbolo- de lo que se ofrece, disperso y diluido a lo largo del tiempo, en el despliegue de la melodía vital”.