La figura de fray Mamerto Esquiú

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Por Horacio Sánchez de Loria Parodi especial para Revista Argentina (Tercera Época)

A raíz de su próxima beatificación, la figura de Fray Mamerto Esquiú (1826-1883) ha vuelto a cobrar actualidad. Este hombre sencillo, humilde, de gran cercanía a los pobres y necesitados, que en 1872 rechazó por considerarse indigno el arzobispado de Buenos Aires, y por obediencia llegó a ser consagrado en 1880 Obispo de Córdoba, será elevado a los altares en marzo de este año.

Fue uno de los mentores, junto a Félix Frías, de los militantes católicos de la Generación del Ochenta (Cf. H. M. Sánchez de Loria Parodi, Las ideas político-jurídicasde Fray Mamerto Esquiú, Buenos Aires, 2002). Pedro Goyena expresaba que “las oraciones del Padre Esquiú tienen el sello de la lealtad, son la obra de un católico y un patriota” (El Nacional de Buenos Aires, 12 de enero de 1880).

Lamentablemente para la mayor parte de la historiografía su nombre se halla asociado a la Constitución de 1853. De este modo su actuación y su pensamiento se ha desfigurado hasta reducirlo al de un panegirista constitucional.

Esquiú fue un hombre contemplativo y su actuación política fue una proyección de ese espíritu que miraba las cosas temporales sub especie aeternitatis. Más allá de las limitaciones de su formación, sus pasos no estuvieron guiado por los principios del republicanismo liberal, sino por el pensamiento clásico, especialmente el de Santo Tomás de Aquino. Hay muchas citas del Aquinate en sus sermones, sus escritos periodísticos, en su diario íntimo, raro ejemplo si tenemos en cuenta que recién en 1879 a través de la Encíclica Aeternis Patris, León XIII restauró los estudios de la filosofiaperennis en el seno de la Iglesia.

Los sermones patrióticos

Sus enseñanzas fundamentalmente se cristalizaron en una serie de sermones El más recordado, aunque poco leído, fue el pronunciado en la iglesia matriz de Catamarca el 9 de julio de 1853 a raíz de la jura de la Constitución de 1853. Oros importantes fueron el del 28 de marzo de 1854 en el momento de la instalación de las autoridades federales; el del 25 de mayo de 1856 con motivo de la instalación del gobierno provincial; el del 27 de octubre de 1861 luego de la batalla de Pavón; el del 24 de septiembre de 1875 debido a la reforma constitucional provincial; el pronunciado en la catedral de Buenos Aires el 8 de diciembre de 1880 tras la capitalización de la ciudad,  y el del 23 de diciembre de 1881 en el que evocó al fundador de la Universidad de Córdoba,  Fernando Trejo y Sanabria.

Es cierto que en el sermón del 9 de julio de 1853 pidió aceptar la Constitución, pero por motivos prudenciales dado el dramático cuadro de anarquía y despotismo que se vivía y con muchas reservas.

Allí Esquiú advirtió sobre los estragos que hacía la revolución en el mundo y rechazó el principio de la soberanía, propio del pensamiento moderno.

Buenos Aires, escindida del resto de la Confederación, rechazó la Constitución, pues no quería perder su predominio político-económico y cultural. En la legislatura de Buenos Aires hasta hubo mociones para tirar el texto constitucional por la ventana, “para que lo recogiera quien quisiera” (Isidoro. J. RUIZ MORENO, La lucha por la Constitución, Buenos Aires, 1976, pág. 385.).

El gobierno porteño no sólo se opuso a la Constitución, sino que intentó anarquizar el interior enviando tropas a Entre Ríos y Santa Fe, que fueron finalmente derrotadas. 

El puerto era el símbolo de la vida moderna, del unitarismo político-cultural y económico-fiscal, del cosmopolitismo, el foco de la Kulturkampf desatada con más fuerza en el ochenta. El cónsul español en Buenos Aires, Miguel Jordán y Llorens, informaba el 26 de enero de 1860

“La opinión más general (…) es que el partido exaltado con quien parece se halla de acuerdo el Gobierno, pone y pondrá todos los obstáculos posibles a la incorporación de este Estado a la Confederación.(…).Estos hombres infatuados con la posición topográfica que tiene Buenos Aires, con sus hábitos arrogantes y de chicana, así como con el mayor adelantamiento en que se halla este Estado comparado con el resto de la Confederación, y con las ínfulas que siempre han tenido de independientes, entrarán difícilmente a cumplir lo pactado con el general Urquiza el 11 del pasado, de noviembre, dejándolo ilusorio hasta que una fuerza mayor les haga cumplir lo que no están dispuestos a hacer de buen grado” (Isidoro J, RUIZ MORENO, Informes españoles sobre Argentina, Buenos Aires, 1993, pág. 187).

James R. Scobie expresaba

“La división entre los porteños y los provincianos era muy honda. Los intereses porteños se nucleaban en el intercambio comercial con Europa, y el desarrollo y la prosperidad del agro. (…) Las provincias, por su parte, buscaban la protección y el apoyo a sus industrias locales y a su comercio. Deseaban el retorno de la relativa prosperidad económica que habían gozado durante el régimen colonial. (…). Los intereses estaban divididos (…) entre los que deseaban importar una cultura europeizada y los defensores de la tradicional herencia hispánica, entre los que apoyaban un fuerte gobierno central y los que preferían la autonomía de las provincias” (James. R. SCOBIE, La lucha por la consolidación de la nacionalidad, Buenos Aires, 1964, pág. 391).

Los principios político-jurídicos

Las enseñanzas de Esquiú a los militantes católicos del ochenta pueden resumirse en algunos puntos; 1) todo poder viene de Dios y por lo tanto debe encaminarse al bien común; 2) la sociedad es una comunidad (si tomamos en cuenta la célebre distinción acuñada por Ferdinand Tönnies entre Gemeinschaft y Gesselschaft). que reconoce orígenes no sólo voluntarios racionales como pretende el contractualismo-sino también religiosos y naturales. Sus vínculos internos no se anudan exclusivamente en torno de convenios, contratos, sino que descansan en actitudes, emociones, de los cuales deriva una sociedad de deberes y derechos y no exclusivamente de derechos; 3) existe una pluralidad de órdenes sociales, a los que se deben reconocer cierta autonomía; 4) la política no debe subordinarse a la economía.

El fin de la Confederación

Tras la batalla de Pavón del 17 de septiembre de 1861 en la que Buenos Aires derrotó a las provincias, Esquiú se sintió totalmente decepcionado del curso institucional del país, Se fue a Tarija, luego pasó a Perú y Ecuador y tiempo después visitaría Roma y Tierra Santa; previo a ello envió al diario catamarqueño El Ambato un texto epitafio en el que decía

AQUÍ YACE

La Confederación Argentina

Murió en edad temprana

A manos de la traición, de la mentira y del miedo

Que la tierra porteña le sea leve

Una lágrima y el silencio de la muerte

Le consagra un hijo suyo (Fr Mamerto Esquiú).

El debate con José Manuel Estrada.

Esquiú tuvo un célebre debate con José Manuel Estrada a raíz de la posición afín al liberalismo católico que expresó éste último en la convención constituyente de la provincia de Buenos Aires en 1871.

Estrada abogó en ese momento por la separación de la Iglesia y el Estado y además hizo una fuerte critica a la tradición española in totum.

Esquiú rechazó la posición de Estrada y con relación al pasado español sostuvo. Sentimos que el tiempo haya ejercido una influencia tan despótica en el ánimo ilustrado del autor que haga un juicio tan duro de un pasado que si no tiene el brillo y la actividad del presente le aventaja con mucho en moralidad, en suavidad de costumbres, en carácter ingenuo y sobre todo en el domesticismo, en el amor y el respeto que era como el alma de la familia.

Su desazón

Como una muestra de su estado de ánimo sobre la deriva institucional del país escribió en 1875:

“Hace bastante años que no puedo, por más que quisiera, hacerme ilusión sobre el valor real de nuestras Constituciones  y las nuevas ediciones y reformas que ser hagan de ellas; lo único que puede buscarse en ellas es la salvación de un principio en el naufragio del orden y las buenas costumbres que se padece” (Alberto ORTIZ, El padre Esquiú, Córdoba, 1883, pág. 92).

En 878 presentó un proyecto de Constitución para Catamarca en el que intentando desprenderse del molde racionalista del constitucionalismo, sostenía en el artículo 6 que “El pueblo y la Constitución de Catamarca reconocen en las leyes y las autoridades legítimas no un poder convencional, sino el poder que viene de Dios, fuente única del deber y del derecho”.

Epílogo

Trece años después de su muerte visitó Córdoba Rubén Darío, y como fruto de la impresión que recibió de las personas que lo trataron escribió el poema En Elogio del Ilmo señor Esquiú. La primera estrofa que resume su pensamiento dice:

Un báculo que era como un tallo de lirios

Una vida en cilicios de adorables martirios

Un blanco horror de Belzebú

Un salterio celeste de vírgenes y santos

Un cáliz de virtudes y una copa de cantos.

Tal era Fray Mamerto Esquiú.