La prédica de Fray Mamerto Esquiú y la acción de Félix Frías en los tiempos de la Organización Nacional (1852-1860)

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Por Alejandro A. Domínguez Benavides para el Primer Congreso Académico Beato Fray Mamerto Esquiú, organizado por el Panel Constitucionalista Jurídico, 6 de agosto de 2021

Fray Mamerto Esquiúu. Óleo (1922) de Antonio Alice (Buenos Aires, 1886-1943). Museo de la Honorable Cámara de Diputados del a Nación.

INTRODUCCIÓN 

En la Santa Misa Crismal, este año (2021), el Cardenal Mario Poli se refirió en uno de sus pasajes a  

La sanción de leyes inicuas y contrarias a la ciencia y a la fe, aprobadas a espaldas del común sentimiento de un pueblo… que mayoritariamente confiesa con sus credos que la vida es un don. Esa cultura de nuestro pueblo es fruto de una predicación ininterrumpida de siglos, la que a veces no se ve reflejada en la legislación” (Poli, 2021).  

Sin dudas estas expresiones del arzobispo de Buenos Aires nos hicieron reflexionar acerca del valor de las enseñanzas de nuestros pastores a través de los siglos y su recepción en nuestra cultura jurídica y política. 

Desde los lejanos tiempos del descubrimiento de América, cuando en aquel domingo de Adviento de 1511, fray Antonio de Montesinos predicó un sermón durísimo en una pequeña iglesia de La Española condenando el trato que los españoles dispensaban a los indios hallamos un valioso antecedente. Enterado el Rey Fernando de la situación, en 1512 convocó a una Junta de teólogos y juristas (entre estos Palacios Rubios) para tratar el tema. El resultado fue un conjunto de treinta y cinco leyes promulgadas en Burgos en 1512, a las que unos meses después se agregaron cuatro más dictadas por la reina en Valladolid en 1513. ¿Acaso Las Ordenanzas reales para el buen regimiento y tratamiento de los yndios conocidas como Leyes de Burgos no fueron la respuesta legal a las amonestaciones iniciadas por Montesinos?   

La idea de la comunicación y sociedad natural planteada por Francisco de Vitoria entre todos los hombres en su famosa Relectio de indiis en la Universidad de Salamanca halló su reflejo en documentos oficiales, como la “Carta a los caciques” de Carlos V en 1543. 

Francisco de Vitoria, O. P. (Burgos, 1483 o 1486 – Salamanca, 1543). Óleo de Daniel Vázquez Díaz (Nerva, Huelva, 1882 – Madrid, 1969).

Si hacemos un salto en el tiempo y tomamos la prédica de Fray Mamerto Esquiú, tal vez podríamos encontrar su influencia en el laicado católico y en aquellos católicos que no manifestaban su fe públicamente en la vida política de su tiempo. 

Dentro de los laicos católicos comprometidos tomaremos como ejemplo de liderazgo el de Félix Frías y su constante llamado a la unión y a la concordia. 

Planteamos un tema que no se agotará en estas páginas, sino que son un punto de partida para una investigación de largo aliento. A simple vista podemos hallar en fray Mamerto Esquiú al sembrador de la parábola evangélica. Su fama se extendió por toda la Confederación después de pronunciar sus famosos sermones, no obstante, su prédica no se quedó en las palabras pronunciadas desde un púlpito, su magisterio se expandió, contra su voluntad, —cruel sacrificio califica Caturelli—, a la política como constituyente y diputado y al periodismo entre 1853 y 1859. 

Y decimos contra su voluntad porque tenía bien en claro que su vocación religiosa estaba por encima de esas tareas. El beato Esquiú sabía que el corazón del hombre “…como un terreno, puede ser bueno y entonces la Palabra da fruto —y mucho— pero puede ser también duro, impermeable. Ello ocurre cuando oímos la Palabra, pero nos es indiferente, precisamente como en una calle: no entra” (Francisco, 2017). 

1. LA CULTURA POLÍTICA ENTRE 1826 -1883 

Tomamos las fechas de nacimiento y del dies natalis de Fray Mamerto, como marco y contexto de este trabajo y dentro de este nos circunscribiremos a los años 1852-1860. Esquiú nació el 11 de mayo de 1826, en Catamarca, que formaba parte de las Provincias Unidas del Río de la Patria bajo la efímera presidencia de Bernardino Rivadavia. Mil ochocientos veintiséis fue un año clave en la Historia Constitucional Argentina, en diciembre de ese año se sancionó la segunda Constitución que tomó como modelo la fallida de 1819 ambas de carácter centralistas. El Congreso Constituyente cumplió con su objetivo con el apoyo de la mayoría de diputados unitarios de Buenos Aires, Salta, Tucumán y La Rioja y el concurso tácito de Catamarca San Luis y Corrientes que apoyaban la decisión que aprobase la mayoría en el Congreso. Sin embargo, los caudillos provinciales, representantes de sus pueblos, no la aceptaron. 

Mientras tanto en Piedra Blanca, Catamarca, el matrimonio que habían formado un soldado del ejército realista Santiago Esquiú y la joven criolla María de las Nieves Medina ¿cómo vivirían los acontecimientos políticos que preanunciaban el advenimiento de las guerras civiles? Sabemos que Don Santiago trabajaba en el campo, desconocemos si desarrollaba o no actividades políticas, suponemos que no. Es interesante y sugestiva la descripción que hace de su familia Fray Mamerto, en donde resplandecen las virtudes evangélicas y se tornan fermento de bien en la sociedad. “Los rasgos típicos de la Sagrada Familia —nos recuerda el papa Francisco— son: recogimiento y oración, mutua comprensión y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad” (Francisco, 2015). Estas virtudes se ejercitaban según el relato de fray Mamerto en el hogar de los Esquiú: 

Seis éramos los hijos venturosos de estos padres tiernos —apunta Esquiú— que sin bienes de fortuna y en el humilde estado de labradores eran felices en la tranquilidad de su virtud y resignación y en las dulzuras de una vida contraída exclusivamente a su familia y a Dios. La discordia, el espíritu de maledicencia, la avaricia, la injusticia, ninguna pasión enemiga de los hombres ha penetrado en el santuario del hogar paterno. Allí ha reinado una paz inalterable y una ocupación incesante, estéril de progreso en la fortuna, pero copiosa en las virtudes, conque sazonaba la satisfacción de todas nuestras necesidades. Y el santo nombre de Dios se invocaba desde la mañana a la noche. Aún no aclaraba el día sus primeros crepúsculos, y la voz de mi padre sonaba como el acento de un ángel de Dios, sobre toda su familia que de rodillas alternábamos los cantos del Trisagio y las oraciones de la mañana. Después de esto, se concedía una corta holganza, y salía mi padre, con los instrumentos de cultivar la tierra al hombro, al recinto de una heredad muy estrecha pero avara sin medida del sudor de su anciana frente. Mi hermano y yo caminábamos a la escuela y mi madre y mi hermana, ángeles tutelares del hogar doméstico, se aplicaban a la rueca y al telar, y a preparar con sus manos el alimento de su esposo e hijos. A mediodía se volvían a reunir todos en el seno de paz profunda, y contentísimos con una refección sumamente frugal, se separaban después de un breve descanso, al rezo del Rosario, a la lectura a los consejos saludables, a los quehaceres dulcísimos que forman el alma de la vida doméstica” (González 1914, 23).

Casa natal de Fray Mamerto Esquiú en Catamarca donde vivió con su familia a quien nombra en el testamento. En https://fraymamertoesquiu.org.ar/2021/06/19/testamento-de-fray-mamerto-esquiu/.

Coincidimos con Ricardo Zorraquín Becú que  

el ambiente provinciano fundado en una sólida tradición familiar y sin contactos perturbadores con influencias deletéreas, el que mejor se prestaba al desarrollo de una enorme cultura que alcanzó indudablemente enorme pujanza y una trascendencia que sería engañoso desconocer. (Zorraquin Becú, 1957: VIII). 

Es evidente que de la transcripción que hicimos de su testamento su educación comenzó en el hogar apoyada en la religión y la lectura de las Escrituras, (para edificarse, para adentrarse en el misterio y buscar la santidad) y los clásicos, conformaba la cultura humanista que impartían los colegios católicos de la época.   

Así se daba unidad y firmeza a los espíritus, evitando los estragos del eclecticismo pernicioso y los peligros de diversas filosofías rivalizando La educación colonial tendía de ese modo a formar mentalidades fuertemente asentadas, en las cuales la profundidad del pensamiento y el equilibrio armónico de los estudios realizados suplían la escasa erudición permitida por la época (Zorraquin Becú, 1957: VIII). 

  1. Félix Frías y la Generación del 37  

Corría el año 1837 y un grupo de jóvenes hartos de enfrentamientos y de odios heredados decidieron reunirse para estudiar el origen de los males argentinos y buscar una solución superadora del enfrentamiento encarnizado entre federales y unitarios. “Facción morenista, —escribían— facción saavedrista, facción rivadavista, facción rosista, son para nosotros voces sin inteligencia; no conocemos partidos personales; no nos adherimos a los hombres; somos secuaces de principios” (Echeverría 1958, 178). 

Eran conscientes que cuando esa situación desapareciera sería posible concretar el viejo anhelo: la organización constitucional. Pedían para lograr la  armonía en los intereses, armonía en las opiniones, en las localidades y en los hombres, en el presente, en el pasado de nuestra vida política. Para ello una general amnistía para todos los extravíos precedentes; una ley de olvido conteniendo todos los momentos, todos los sucesos, todos los caracteres históricos de la revolución americana (Echeverría,1958:178).

Félix Frías (Buenos Aires, 1816 – París, 1881)

En aquellos años el marco jurídico de la Confederación Argentina era el Pacto Federal de 1831, que dejaba abierta esa esperanza, claro que para concretarse la reunión de un Congreso General Federativo las demás  provincias debían estar “en plena libertad y tranquilidad” (Domínguez Benavides, 2020: 4). 

Se necesitaba conquistar la paz: los jóvenes no estaban equivocados; tampoco fueron comprendidos.  

La anarquía del presente es hija de la anarquía del pasado: tenemos odios que no son nuestros, antipatías que nosotros hemos heredado. Conviene interrumpir esa sucesión funesta, que hará eterna nuestra anarquía. Que un triple cordón sanitario sea levantado entre ambas generaciones al través de los rencores que han dividido los tiempos que nos han visto crecer. Es menester llevar la paz a la historia, para radicarla en el presente que es hijo del pasado, y el porvenir, que es hijo del presente (Echeverría 1958, 178). 

Sufrieron la persecución hasta el exilio. Desbarataron a la Joven Argentina pero sus miembros desperdigados en la Banda Oriental, Chile y Paris, lejos de la Confederación, conservaron los ideales que fueron el germen de la Constitución de 1853. Entre sus numerosos miembros se destacaban: Esteban Echeverría, Juan Bautista Alberdi, Juan María Gutiérrez, Luis y José Trifón Domínguez, Carlos Tejedor y Félix Frías quien se destacará como uno de los más importantes intelectuales católicos del siglo XIX. 

1.2 El destierro de Félix Frías 1841-1855 

En 1838, Frías marchó rumbo a Montevideo. Un año más tarde conoció al general Juan Lavalle, lucho a su lado en la fracasada Legión Libertadora; fue su secretario y a su muerte en 1841, formó parte de la escolta del cadáver del guerrero en una lacerante peregrinación que concluyó en territorio boliviano donde lo sepultaron. 

Frías se estableció en Chuquisaca. Allí ejerció el periodismo en “El Restaurador” dirigido por Facundo Zuviría, precursor de la intelectualidad católica y futuro presidente de la Convención Constituyente de 1853. 

Si bien comenzó a destacarse por sus artículos, en 1843 decidió abandonar Bolivia y se trasladó rumbo a Chile y continuó su carrera periodística en “El Mercurio de Valparaíso”. En 1848 le asignaron la corresponsalía del diario en Paris. Allí vivió de cerca la revolución de aquel año aquellos acontecimientos lo llevaron a reflexionar:  

Dios no nos ha dado un vastísimo y prodigioso paraíso, —escribió a Alberdi —    como es nuestra tierra para que nosotros juguemos como bestias feroces a la guerra civil. La guerra civil permanente es la revelación de nuestros vicios, de nuestras groseras ambiciones, de nuestros pueriles errores y de nuestro orgullo insensato (Frías, 1884:34). 

1.3 Esquiú y la sanción de la Constitución Nacional de 1853 

El primero de mayo de 1851 tras el pronunciamiento del capitán general Justo José de Urquiza, el gobierno catamarqueño a través de su gobernador Manuel Navarro condenó la decisión del gobernador entrerriano. No todos lo siguieron. El presbítero Pedro Alejandrino Zenteno, futuro constituyente, no voto amparándose en el derecho canónico toda vez que, como eclesiástico, no podía aprobar leyes donde se contemplase la pena de muerte. El mismo argumento esgrimió Luis Gabriel Segura, también sacerdote, a la postre por encima de la resistencia de algunos diputados, la provincia se sumó al coro de la condena contra el Pronunciamiento. 

Triunfante Urquiza en Caseros, el 3 de febrero de 1852; sellado el Acuerdo de San Nicolás el 31 de mayo del mismo año, se logró convocar a un congreso en la ciudad de Santa Fe. La Legislatura de Buenos Aires rechazó la aprobación y enfrentó las medidas de Urquiza, separándose tras el alzamiento del 11 de septiembre. 

Sin perjuicio de este grave acontecimiento político, las trece provincias restantes asumen el desafío de reunirse en un Congreso Constituyente para sancionar la Constitución. Catamarca estuvo representada por el ya mencionado Zenteno (figura influyente en el clero local) y por el ex gobernador de la provincia de Corrientes el general Pedro Ferré. 

El presbítero Zenteno fue uno de los constituyentes que defendió la confesionalidad del Estado frente a la doctrina sobre la libertad de cultos triunfante y que se incorporó en la Constitución Nacional aprobada el 1 de mayo de 1853. 

Aquella doctrina fue rechazada por gran parte del pueblo catamarqueño que se reflejó en la Legislatura donde se alzaron voces de resistencia; el gobernador Pedro José Segura apoyó la posición de Zenteno. “Hubo un memorial que circuló entre la población recogiendo firmas para protestar contra las ‘malas doctrinas’ que contenía la Ley Fundamental (Bazan, 1996:36).  

Sin embargo el gobernador fue consciente de que estos sensibles reparos doctrinarios podían comprometer el consenso necesario para la vigencia de la Constitución Nacional. Después de tantos años en que se alternaban la anarquía y el despotismo y en el que faltaba la norma suprema que diera estabilidad y seguridad a las relaciones sociales, el pueblo de la Confederación Argentina iba en camino de la organización constitucional, quedaban en suspenso una multitud de cuestiones, pero todos, cansados de las guerras fratricidas, anhelaban un sistema de paz y de respeto a todos los legítimos derechos. Fray Mamerto Esquiú también consideró como muchos de sus contemporáneos que lo relativo al tema de la confesionalidad del estado no estaba adecuadamente legislado en la nueva Constitución, pero ante las esperanzas que nacieron para la pacificación del país desde la Cátedra sagrada saludó a la nueva vida institucional inaugurada en la república. “Los discursos del padre Esquiú —escribió Pedro Goyena— la saludaron, sin embargo, con una jubilosa esperanza, resonando majestuosamente entre el vocerío de los partidos y el estruendo de las armas. La patria había hallado su orador” (Ortiz, 1883: XXIX).

Pedro Goyena (Buenos Aires, 1843 – 1892), autor de “El Padre Esquiú, orador”, en Revista argentina, segunda época. Tomo I, 437-471, 1880.

Quien así hablaba —expresa Goyena— desde la cátedra sagrada el 9 de julio de 1853, era un joven franciscano, conventual de Catamarca y cuyo nombre todos ignoraban hasta ese día inolvidable. Tenía apena veintisiete años; no había frecuentado las Universidades, ni los centros sociales, vestía el humilde sayal desde la infancia…y su vida se había deslizado solamente en el hogar o en el claustro. Le eran desconocidos los modelos profanos; debía aun carecer de una cariada erudición eclesiástica; pero era versado en las Sagradas Esccrituras, y Dios le había tocado el corazón, le había dado la, palabra, esa maravilla de la Gracia que alumbra los abismos y subyuga las almas (Ortiz, 1883: XXIX). 

Como escribió en 1883 Nicolás Avellaneda: 

No queremos repetir lo que tantas veces se ha descrito; la explosión de entusiasmo con que fue saludado el joven orador que apareció de improviso en Catamarca, pronunciando aquellos dos discursos patrios que conmovieron toda fibra argentina y que corrieron rápidamente por la América. (Ortiz, 1883: 4). 

No obstante, a los efectos de demostrar la efectividad de la prédica del flamante beato vamos a ocuparnos de la recepción de su prédica recordada por Avellaneda. 

El doctor Del Carril, que ejercía a la sazón el Poder Ejecutivo de la Confederación se levantó con ademán rivadaviano y abrió con un decreto pomposo la pila bautismal del nuevo orador. El doctor Vélez Sarsfield redactaba “El Nacional” y exclamó en su columna: “¿de dónde viene esta gran voz; allí donde ha resonado, aunque no haya sido sino una aldea con chozas, existe un pueblo culto”.  El señor Lafone, hombre de activos negocios, pero místico y ardiente, emprendió un viaje hasta Catamarca para conocer al Padre Esquiú. El doctor Navarro Viola insertaba en “El Plata Literario” la peroración del discurso de Esquiú para ponerla al frente de otra de Bossuet, sin que ella palideciera en la comparación. El pensamiento argentino no había a la verdad campeado por mayores alturas, ni héchose visible bajo formas más grandiosas de expresión (Ortiz, 1883: 4). 

1.4 El Periodismo al servicio de la Unión Nacional 

Frías regresó a Buenos Aires —convertida en Estado y enfrentada a la Confederación— en 1855 con dos ideas importantes: luchar por el fortalecimiento del catolicismo argentino y trabajar por la unión nacional y para llevarlas a cabo fundó el diario “El Orden” junto con dos viejos compañeros de la Joven Argentina: Luis L. Domínguez y José María Cantilo.  

 Yo desearía perder mi memoria, —escribió en el primer número— si sólo había de servirme de ella para mantener siempre encendidas las pasiones del odio. Si no lo sabemos todavía aprendamos a olvidar. A este precio afianzaremos la paz”. Estas palabras cobran aún más fuerza proviniendo de un exiliado y que por encima de los padecimientos personales bregue por la unidad: “A la luz de mis principios católicos —concluyó— y pidiendo las inspiraciones del patriotismo más bien al corazón que a la mente, examinaré más tarde esa cuestión pendiente entre los dos Estados en que hoy está dividida la patria de nuestros padres, No dudo que me será fácil demostrar que la gloriosa herencia es indivisible, y que los recuerdos del pasado, no menos que las esperanzas del porvenir, nos imponen la obligación de entendernos como hermanos, y de no desgarrar el seno de la madre común (Frías:1884b: 1). 

Frías sufrió la incomprensión. La polémica, los ataques y las injurias lo tuvieron como blanco. Su otrora amigo Juan Carlos Gómez permitió que en las columnas de su diario lo acusen de “vendido al oro extranjero” porque al gobierno de Paraná se había suscripto a “El Orden”.

Néstor Tomás Auza publicó Félix Frías, Legislador de la Conciliación en 2012 con el sello editorial del Círculo de Legisladores de la Nación Argentina

 Muchos de sus viejos amigos devenidos en adversarios no entendieron la coherencia de vivir en todos los órdenes de la vida la fe que profesaba.  

En Catamarca el padre Esquiú era legislador provincial y comenzó a colaborar en el primer periódico de su provincia El Ambato fundado el 18 de julio de 1857.  El ejercicio del periodismo fue otra forma de ejercer su ministerio sacerdotal y de servir al bien común. 

Noble e inmortal Quijote —escribió en su profesión de fe periodística— mientras el mundo sea. Siempre te esperaran los cuitados y vivirá siempre como fruto de tu memoria, el noble sentimiento de tu renunciación, las ociosas plumas para salir a tu socorro…Tenga yo tu valor, tu honradez, el casto amor a la verdad y ese corazón intrépido que jamás tembló ante gigantes, ni gente endiablada, y deja que comparta contigo la cosecha de ingratitudes y desprecios, que no concluyeron con tu preciosa vida (El Ambato, 1858: 2). 

En El Ambato desarrolló una ejemplar labor docente puso en claro los límites éticos del periodismo y es crítico del estilo agresivo de sus colegas que consideran que el ejercicio de la libertad de prensa está exento de la caridad.  

 Miraos con imparcialidad —escribió— y os hallareis demasiado bravo: exuberante bilis tiñe casi todos vuestros escritos… os presentáis en la lucha no para defender y hacer triunfar la verdad sino que os servis de ella o de la verosimilitud como un escudo mientras que los tiros asestáis no al error sino a vuestros adversarios (El Ambato, 1858: 2). 

Su preocupación sobre este particular lo llevo a presentar una moción en la Legislatura en la sesión del 13 de septiembre de 1859, donde solicitó al Poder Ejecutivo que formule una advertencia a los redactores de periódicos que si atacaran la honra se ocuparan de la vida privada de los ciudadanos maliciosamente le les retirarían los subsidios que recibían. Las críticas no se hicieron esperar y Esquiú respondió con firmeza que El Ambato “era una espada desenvainada sobre todas las reputaciones, un envalentonado con los débiles, un campo abierto a todas las pasiones inaccesibles a la vara de la justicia; todo el que quiera calumniar trepe el Ambato” (Bazan, 1996:36). 

1.5 Fray Mamerto Esquiú y Félix Frías: la caridad como fundamento de la Unión Nacional. 

Frías siguió con su objetivo la unión nacional a través de la prensa y de la política, sin embargo, su espíritu religioso advirtió que esa acción debía ser acompañada por un plan de fe y caridad. 

 …don Félix Frías trabajaba sin cesar por la causa de los intereses morales de la República Argentina. Desde Europa había hecho justos elogios y merecidas recomendaciones de esas hijas predilectas del catolicismo, conocidas con el dulce y expresivo nombre de Hermanas de Caridad. De vuelta al país, cooperó eficazmente para que se establecieran en él y se les confiara el servicio de los hospitales. {Asimismo}.… ayudó igualmente al señor Fouet, distinguido marino francés, de un celo religioso digno de ejemplo, a fundar en Buenos Aires la Sociedad de San Vicente de Paul, que un grupo de jóvenes piadosos había creado en Francia y que esparce hoy por todo el mundo, los consuelos de la beneficencia (Goyena, 1884: XX). 

Convocó a nueve personalidades porteñas y el 24 de abril de 1859 fundó en la parroquia de la Merced, la primera Conferencia Vicentina Argentina de la Sociedad de San Vicente de Paul.  

Esas Conferencias fueron fundadas por el beato Federico Ozanam el año 1833, tenían por objeto realizar una obra de apostolado social y caritativo. Fue la primera asociación laica de esa especie que existió en la Argentina y realizó una proficua obra en aquella época, siendo integrada por hombres de gran valor intelectual y fe cristiana como Felipe Llavallol, Ezequiel Ramos Mejía, Eduardo Carranza Viamont, Teodoro Álvarez, Pedro Rojas, Alejo de Nevares, Luis Jacobé entre otros. Y Llavallol es elegido presidente del grupo cuando más adelante (1859) funda en Buenos Aires la primera Conferencia Vicentina (Romero Carranza, 1971, 1104).

Federico Ozanam (Milán, 1813 – Marsella, 1853)

Frías no perdió la esperanza de que la unión espiritual de muchos argentinos basada en principios cristianos logre la unión entre porteños y provincianos. 

Con ellas —las Conferencias Vicentinas— Frías trata de unir a los argentinos con una inmensa red de caridad que se extiende desde el Plata hasta los Andes. Socorriendo las necesidades las necesidades del prójimo, del desvalido, del que sufre hambre y miseria, no por mera filantropía, sino por amor a Dios que es Padre de todos, los seres humanos se sienten hermanados, y, entonces, la fraternidad cristiana se expandirá en la Argentina, aplacando enconos, disipando odios y restableciendo la unidad de la familia nacional (Romero Carranza, 1971, 1079) 

El sueño de Frías se cumplió. Uno de esos vicentinos, el Gobernador Felipe Llavallol,  fue uno de los artífices del Pacto de San José de Flores de 1859 que logro en aquél entonces la ansiada unidad. 

Esquiú, por su parte, había elegido retirarse a consagrarse enteramente a su ministerio sacerdotal y al estudio. Los acontecimientos de la política nacional volvían a la tensión. Un nuevo enfrentamiento entre Buenos Aires y la Confederación terminaría dirimiéndose en el campo de batalla en Pavón el 17 de septiembre de 1860. Esta situación le produjo “dolor y amargura” así o expresó en el sermón que predicó en la Iglesia Matriz en Catamarca el 27 de octubre donde rezo por la paz de la República. En 1861 partió rumbo a Tarija. 

Concluiremos nuestro trabajo comentando una carta muy significativa que escribió el beato Esquiú en respuesta a don Felix Frías fechada en Sucre el 2 de abril de 1868. Allí le expresa que haberla recibido le “honra más que una mención honorífica votada por el Congreso” y exalta la personalidad, la acción, los escritos de don Félix y de Facundo de Zuviría 

…le soy deudor aquéllos sentimientos por el empleo de su talento y saber en el servicio de la causa de Dios; aunque pecador esta es también la causa de mi eterno amor; y como me trastorna el espantoso fragor de la blasfemia, así me alegra y consuela la armonía divina de la razón haciendo homenaje a la fe; sin hipérbole ni pretensiones de hablar al estilo de imaginación que me tiene fatigado, le aseguro a Ud, que su pluma en la República Argentina. Le aseguro a Ud., sin sus escritos, sin los del finado Dr. Zuviría y no sé si  por ningún otro, cuando se estudie el complejo de los hechos, leyes y periódicos después de un siglo, se debería decir: el Pueblo Argentino correspondió al beneficio de la caída de la tiranía, de una paz hermosa y de las mejores condiciones para la prosperidad común, con la blasfemia y la guerra a su Bienhechor. En cambio, su pluma da gloria a Dios y escuda el honor de los buenos; reconozco una deuda que tenemos para con Ud. Los creyentes; y, por mi parte, le retorno con el homenaje de mi respeto y amor, rogando a Dios y aplicando por Ud. El S. Sacrificio de la Misa para que le dé mayores gracias, más sabiduría y comunique virtud divina a sus palabras y escritos (Rio 1983:25). 

Fray Mamerto explica en la misiva por qué no aceptó el arzobispado de Buenos Aires con enorme humildad confiesa sus limitaciones. 

La invitación que se digna hacerme para que vuelva a mi país y trabaje en defensa de la verdad me honra mucho pero tiene para mí el carácter de imposible por la ignorancia que padezco y porque me arrastra fuera de mi país algo que no puedo resistir. Esta confesión no es palabra de afectada modestia: es la revelación que deposito en el seno de la probidad y aún de la confianza si Ud me lo permite. Cuando se me llegaría a decir que había en mi alguna disposición que cultivada debiera dar fruto, yo replico con mi conciencia: es verdad que recibí de Dios una preciosa herencia, pero hijo pródigo la he disipado; no solamente no he cultivado los talentos que me fio el Señor, sino que los he perdido; aquella disposición que en mi juventud me daba aliento para hacer algo, ha desaparecido como pasa el período de la imaginación. La suerte de los talentos en América es la misma que la de sus feraces tierras condenados por nuestra incuria a ser matorrales. Créame Sor., llega mí estupidez hasta no poder formarme idea del estado de los entendimientos que hacen la guerra a Jesu-Cristo: no los comprendo, su modo de hablar me enmudece. Para hacer la defensa sólo exponiendo la verdad sin mirar los ataques, me falta saber que es necesario. El silencio y la conversión sobre mí mismo para llorar mis faltas, es el camino señalado. Deseo para Ud. Cuanto le tengo pedido al Señor, y ruego se digne aceptar las consideraciones de respeto, amor y gratitud con soy de V. affmo S.Q.B.S.M. Mamerto Esquiú. (Rio, 1983, 25) 

  1. CONCLUSIONES 

Queda de manifiesto en estas páginas una síntesis de dos hombres que vivieron uno de los períodos fundamentales de nuestra historia y sus enseñanzas cobran una enorme vigencia hasta nuestros días.  La historia no se repite, no obstante, los comportamientos del hombre de ayer son semejantes a los de hoy.  Los defectos que hacen posible una fraternidad social muchas veces quedan eclipsados por el a) personalismo que divide a los partidos de principios  que degeneran en facciones, en un mal espíritu de partido que transforma en oligarquías a las agrupaciones políticas y las convierte en sectas; b) el sectarismo  que no solo se manifiesta en el campo de la política, sino también en el religioso y hasta el científico donde prima la intransigencia y el fanatismo y busca sobre todo imponer sobre el bien común  sus intereses; c) el localismo  definido como la degeneración del espíritu de localidad. 

Contra estos tres ismos lucharon tanto Esquiú como Frías: “El celo de vuestro bien —predicó fray Mamerto en 1861— hace que yo no repare en mi ineptitud, y que tenga bastante resolución para no temer las recriminaciones de los partidos que os dividen” (Esquiú, 1957: 61). Allí afirmo su imparcialidad, no quiere ser de los hombres sino de Jesucristo. 

La altura espiritual de una vida humana —escribió Papa Francisco en su última Encíclica— está marcada por el amor. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar (cf. 1 Co 13,1-13) (Francisco 2020:) 

Esquiú y Frías con su acción marcaron el camino evangélico de la fraternidad humana, del respeto y de la libertad de los hijos de Dios.  

BIBLIOGRAFÍA 

            Bazán A. R (1996), Esquiú Apóstol y Ciudadano, Emecé, Buenos Aires. 

            Domínguez Benavides, A. A. (2020) “Félix Frías, cruzado en favor de la unión nacional” La Prensa,  Suplemento de Cultura 12/07, p 4. 

            Echeverría, E. (1958), Dogma Socialista y otras páginas políticas, Buenos Aires, Ediciones Estrada. 

            El Ambato (1858) Año 1- N° 27, enero 16. 

            Esquiú, M. (1957), Sermones Patrióticos, Buenos Aires, Ediciones Estrada. 

            Frias, F. (1884), Escritos y Discursos, Buenos Aires, T. I, Imp y Lib. De Mayo 

            ______  (1884 b) Escritos y Discursos, Buenos Aires, T. II, Imp y Lib. De Mayo 

Francisco (2020) Fratelli Tutti, n° 92. https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html 

Francisco (2017) Ángelus, 16 de julio de 2017 https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2017/documents/papa- 

            francesco_angelus_20170716.html 

Francisco (2015) Ángelus, 27 de diciembre de 2015 https://www.vatican.va/content/francesco/es/angelus/2015/documents/papa-francesco_angelus_20151227.html 

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